Ecuador no ha dejado de ser. Sin importar los deseos personales, ni los oscuros corazones de las mentes perversas. Nadie nos quitará la luz de américa, ni la atenas del Ecuador. Las calles de la Perla no quedarán asoladas. Porque la esperanza de Ecuador se llama ecuatorianos.
Está en el Río, está en el Cerro, en el Panecillo y en la Plaza Grande, en la fiereza de los Chullas, En las costas cristalinas del manaba, y en la marimba del negro. Esta en las ruinas de los Valdivias, en la figura de sus Venus. Esta allí, donde convergen los ríos, a lo largo y ancho de la sierra, remontándose a las alturas junto al condor. Se oye en el viento que susurra desde los Andes el quichua. Se siente en el calor de su selva en la amazonía. Se sabe en los brazos abiertos de mi tierra.
No hay tirano que nos amilane, ni oligarcas que nos opriman.
Tú misma, como canta el héroe, eres fortaleza y nosotros sabemos romper las cadenas.
Nos mira el ruco espectador, nos mira el mundo.
Hoy la patria brilla, y por siempre brillará.
Ecuador de sus hijos, de los que aquí nacieron, y los que aquí encontraron reposo.
Tierra de bravos porteños, de costas alegres, del indio trabajador, del cholo y del negro, de la sierra pujante y el oriente que vive, de la Isla que adorna los mares, del cielo azul, del sol radiente, de la sangre de sus héroes. Tierra de Dios que la cuida, quien vive siempre, y siempre vivirá. |