Esta historia que les voy a contar puede que sea real, o puede que sea producto de mi imaginación, en realidad no lo sé…
Hace muchos años vivía una familia muy común, compuesta por dos hijos; Leslie de 14 años y Freddy de 11 años y su madre Marcela de 36 años.
Marcela era madre soltera y de escasos recursos, rentaban un departamento pequeño en la ciudad pues el dinero que tenían no les daba para más. Mientras los niños iban a la escuela, ella trabajaba de empacadora en una tienda donde fabricaban alimentos para gatos, pero su sueldo era demasiado bajo.
Llegó el día en que Marcela, harta de pagar renta, optó por mudarse junto con sus hijos a la casa que su abuelo antes de morir le había dejado, “Leslie, Freddy he tomado una gran decisión espero entiendan, esto no fue fácil pero nos iremos de aquí, ahora viviremos en una casa fuera de la ciudad que mi abuelo me dejó hace mucho tiempo, lo siento pero no tenemos otra opción, ya estoy chocada de pagar renta…” les dijo Marcela a sus hijos, “ Pero mamá..” dijo Leslie, “ Pero nada, nos iremos y es mi ultima palabra”.
Así pues, tomó todos sus ahorros y se encaminaron hacia donde se encontraba esa casa.
Llegaron a un antiguo pueblo, lejos de toda la ciudad que tenía un aspecto muy descuidado y abandonado, y que decir de su casa que por su aspecto sabían que no había sido habitada desde que su abuelo murió (hacia como 30 años).
Se puede decir que al principio vivían “normal”, aunque Leslie y Freddy no asistían a la escuela pues no había y tampoco habían hecho amigos, por lo tanto todo el tiempo lo pasaban con su mamá (esta ya no trabajaba, pensaba sobrevivir con los ahorros).
Toda la gente que vivía en ese pueblo era muy extraña, cada vez que Marcela iba al centro comercial (mejor dicho una tienda que había y era la única) intentaba platicar con algunas personas pero estas solo se le quedaban viendo y se iban.
Un día Leslie estaba en el patio delantero cuando vio a su vecino, un hombre como de 38 años, escuchando música clásica en su jardín, cuando de pronto la música se apagó y el hombre se desvaneció y desapareció por completo. Leslie, sorprendida, corrió con su mamá “Mamá yo se que no me vas a creer, pero te juro que…” y le contó lo que vio, pero su mamá confundida le dijo “Hay hija, por Dios como dices eso”.
Pasaron los días y ya no se había vuelto a comentar nada sobre el tema. Leslie había estado espiando a su vecino desde su recamara (en donde se veía muy bien la mayor parte de la casa del vecino) pero no veía nada raro, a decir verdad casi no lo veía, pocas ocasiones se “aparecía” por su casa, en el buen sentido de la palabra. Leslie optó por contarle a Freddy lo que pocos días atrás había presenciado “Wow no lo puedo creer, entonces ¿el vecino es un fantasma o algo parecido? ¡Qué divertido!”. Si Freddy fuera otro tipo de niño se hubiera burlado de su hermana y no le hubiera creído, pero Freddy era un niño al que le encantaban las aventuras y sentía afición a todo lo que tuviera que ver con cosas paranormales. Así pues se propuso investigar junto con su hermana todos los movimientos de su vecino. Todo el día estaban en el patio o en la recamara de Leslie tratando de verlo, y las pocas veces que lograban verlo estaba escribiendo en su despacho, tocando el piano o escuchando música en el jardín, como días atrás Leslie lo había visto hacer. Lo más extraño de todo esto era que, ya sea después de escribir o tocar el piano, entraba a otra habitación y en la que se supone que entraba no había nadie, ya no se veía, ya no “aparecía” por ninguna parte.
Entonces un día Leslie y Freddy, emocionados hicieron algo que les pudo costar la vida…
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