Cuando logro salir de mi nube de cotidianeidad y puedo sentir el aire fresco en mi cara como una bocanada de mismidad, me vuelven las ganas de escribir.
Son tantas cosas las que quiero decir, para que de esta forma las reflexiones y los pensamientos se conviertan en algo tangible. En algo sustancioso, que se cierra en su propia forma, se define, dejan de ser pensamientos desordenados que vienen y van en corrientes filosóficas por mi mente.
Cuando salgo de la nube del día a día, y puedo permitirme desear, viajo al menos en mi imaginación, y ya no tengo sueño, estoy plena de energía y tengo ganas de hacer cosas de querer, de buscar.
A veces la nube me confunde, y pienso que no tengo ganas de nada. Que vivir es un transcurrir, contar días, organizar cosas, criar hijos y pensar en como hacemos para que el tiempo nos pasé más amenamente. Pienso si hay más gente con las mismas dudas, si las preguntas existenciales son las básicas y mismas para todos, no lo sé….supongo que si. En esos momentos me dan ganas de leer algo de filosofía, pero la nube no me da ese lugar, no hay tiempo, no hay momento, o por lo menos yo no lo encuentro.
Otras veces puedo sortear la nube, estirarme un poco, y ver por encima de ella, y ser feliz, sin replantearme nada, simplemente disfrutando, aunque sea de a ratos.
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