Hasta donde yo sé, los hombres detestamos (no sé qué tanto las mujeres) hacer caras de congoja y emitir respuestas caritativas cuando alguien nos cuenta sobre alguna desgracia que le ocurrió. Es por esto que el psicoanálisis llevado a la vida cotidiana me parece de lo más práctico. Para empezar, en terapia uno no debe reflejar ninguna emoción en el rostro, sin importar lo grave que sea lo que le estén contando; segundo, uno se limita a realizarle preguntas al individuo que lo llevarán a sacar conclusiones mucho más útiles que un simple apapacho o una muestra de empatía. Puede parecer despiadado, pero así uno no refuerza conductas en la otra persona, como: la manipulación por medio del papel de víctima (si la persona aprende que cuando le va mal en la vida, consigue amor, buscará que le vaya mal para atraer la atención), no alimentará el rol masoquista (que el individuo goce de su dolor) y paternalizará menos al sujeto (elsujeto aprenderá a ser independiente y no recurrir a otros cada vez que algo esté mal, tan siquiera no buscando lástima, sino ayuda verdadera).
También rechazo estancarme en la crítica voraz y sarcástica, donde yo tendría que perder objetividad sólo para buscar errores y fallas en las acciones y conductas de otros, que alimenten mi neurosis.
Por la anterior razón, he concluido que aquellos críticos, que se creen muy vanguardistas, haciendo burlas todo el tiempo, han perdido objetividad y se han convertido en un cliché tan deplorable como aquellos clichés que critican. Les pregunto: ¿Sirve más buscar faltas de ortografía, una falta de continuidad, verificar las reglas que conocen y ellos creen que son las que se deben seguir, que mostrarse susceptibles a la pieza? Por eso, yo prefiero señalar lo que me transmite una obra y, cuando creo que puedo aportar algo, preguntar si una opción diferente a la expuesta no podría ser mejor que la otra, y no convertirme en un ser rancio, que se refugia en su supuesto saber y constriñe la creatividad, propia y ajena.
Caray, perdón por portarme tan frío ante sus desgracias y no corregirlos como maestra del siglo pasado, a reglazos, pero así cuando les dé un gesto de solidaridad o les diga que me conmovieron o la regaron, verán que será por algo que valga mucho la pena.
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La ciencia moderna aun no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas. Sigmund Freud.
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