--¿Qué le sucedió a Matilde? –preguntó el sacerdote.
Matilde ya no es la misma. Ha cambiado. La tristeza la ha atrapado. De seria se transformó en amargada. Discute con todos. No oye a nadie. Algo la ha trasmutado. Algo la ha desfigurado.
Matilde tan seria, tan elegante, tan educada antes y ahora Matilde seria y elegante, pero con una pena que la arrastra.
--Matilde cambió desde el día que enterraron al profesor José-.
La sentencia obligó a sus amigos, entre ellos el sacerdote Miguel a armar una teoría, para tratar de atrapar la verdad que escondía, a fiel asistente a las misas dominicales de once de la mañana todos los domingos. Matilde tan puntual; siempre tan responsable y ahora zurumbática.
Matilde, en silencio descubrió que estaba enamorada el día que enterraron al profesor del pueblo. José murió de una extraña enfermedad, aunque en voz bajita sabe todo el pueblo que se lo llevó la “peste del siglo XX”.
Ella lo conoció en una misa, el día de la Virgen del Carmen, y desde ese día más devota se volvió de las homilías que daba el padre Miguel, su confesor, su guía, su amigo, pero a quien nunca le pudo decir la verdad sobre José.
Lo amó en silencio. Se conformó con verlo de lejos. Sufrió cuando cada domingo lo observaba más débil, más delgado, más enfermo.
Sólo una vez él la miro y le dijo: buenos días, pero eso bastó para que Matilde lo amara.
El domingo cuando en la Iglesia se enteró que había muerto el profesor José lloró toda la noche y el lunes a su sepelio asistió. Ese día Matilde supo que no podía vivir sin José, pero ya no podía hacer nada. El profesor del pueblo había fallecido.
--¿Cómo se hace padre Miguel, para amar a un muerto?-preguntó Matilde, al saber que no le bastaba con recordar su presencia en la misa de los domingos, ni con pensar en la vez que lo vio saliendo del supermercado-.
--Con oraciones, con muchas oraciones- le recordó el sacerdote, sin pronunciar el nombre de José.
Matilde sólo sabía que desde el día que enterraron al profesor del pueblo, a José, ella lo amaba más.
Aunque Matilde estaba perfectamente consciente que nunca llegaría a hablar con José más de tres minutos, la esperanza la ayudaba a vivir, pero ahora cómo hacía para amar a alguien, con quien nunca habló y ahora esta
- -¿Cómo, se preguntaba Matilde puedo amar a alquien que vivo no me amó y ahora es imposible?
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