La ciudad trae quintaesencias murmurando valles, remolinos que profetizan aguas. Hoy está inundado el parabrisas y rotos todos los eslabones que unen los terrenos; nos volvemos a mirar. Te guardo en un par de fotografías. En la pequeña bóveda del tiempo y el silencio. Entonces contemplo este cielo y esta nada, absorto ante su efímera belleza, revuelvo mi perimetría, acudo de vez en vez al sendero, y capto con mi antena señales de otro mundo. Me pregunto ¿en qué sueño te perdí? cuándo fue el momento que nuestras huellas ya no caminaron juntas y el laberinto nos extravió. Te he contado como historia en un libro que huele a viejo, te he narrado en el mito de la mujer y el ave fenix y he volado, lejos, en esa lejanía que trae nieve, que brota en un instante y desaparece en la eternidad. Pero, como supondrás, como así lo predijiste, uno vuelve a la vía, con sus mismas farsas y su mismo sombrero.

Y lo peor de contar cuentos y leer bocas pausadas por el miedo es que en un futuro yo volveré a rendir tributo a la lengua, pero vos te irás caminando de la mano de otro sujeto.