El rostro descompuesto de una mujer con expresión de furia, no oculta el esplendor de la belleza americana entrando a los cuarenta, pero sí los estragos de una vida pletórica de todas las experiencias, más malas que buenas,
Al lado de ella, la hombría de un pecho fuerte y dilatado conteniendo un cuello grueso, apenas visible en los pliegues que delatan el inexorable tránsito a la estación otoñal.
La mirada de él es dura y despiadada. Rictus en la boca que resalta la musculatura de los labios en un grito educado y varonil.
Ohhhh, grita Clark Gable al caballo que pretende lazar.
Silencio forzadamente contenido en la boca de Marilyn para no perder fuerza, mostrando la perfecta dentadura inferior, más blanca que la nívea cabellera, en expresión que abulta las mejillas quitando finura al rostro, aunque quizás nunca la tuvo.
La fotografía inmortaliza el filme The Misfits, o los Desadaptados en su traducción literal al castellano. Se trata de la escena cumbre en que Marilyn trata de detener a Clark en su propósito de lazar el caballo salvaje que será comercializado como alimento para perro.
"Marilyn Monroe, a dude rancher in The Mosfists, discovers the horse Clark Gable is roping will be made into dog food and angrily tries to stop him".
Pero más, mucho más, la instantánea muestra la mágica transformación de los actores en protagonistas de su propia vida.
Si, el título de la película es exacto, Los Desadaptados, dos seres con profundas heridas emocionales que en la fotografía muestran su interior como ningún psicoanalista lo podría conseguir.
Y es que Marilyn a pesar de la vestimenta vaquera y las botas trasegadas deja ver las aún firmes y bondadosas tetas y la cadera monumental que la convirtieron en el primer símbolo sexual de la historia. Un cuerpo que invita a quemarse en el fuego de la abundancia y al mismo tiempo a huir de ese rostro que mal disimula el llanto eternamente contenido. La impotencia frente al macho que inmerso en la afirmación de su hombría para alejar los demonios de la homosexualidad -el niño sensible y delicado que nunca dejó de ser- no presta más atención que a sí mismo, a la sublimación del ser en la laboriosidad capitalista. La afirmación de masculinidad en la competencia salvaje por el dinero.
La imagen es un icono de la lucha de la mujer contra la barbarie machista. La dictadura del pene representado en el lazo que sostiene Gable con las dos manos y rodeándole la cintura. En los cubre pantalón de piel burdamente curtida que dejan ver, exaltan, la zona fálica.
Icono trascendente en aquella noche de viernes en que mal hicimos el amor porque los demonios de la sobre vivencia y la cotidianidad trabajada a paladas de hastío exorcizaron el erotismo, plasmando en nosotros la fotografía de marras.
Solos tú y yo en el paisaje desértico, aunque acompañados de nuestros demonios, que a fuerza de ser sinceros eran más los míos que los tuyos.
Y entonces me bebí la imagen de Clark y el contenido de Baco. La grosería e indiferencia no me dejaron ver a la mujer desesperada que intentaba en vano poner un alto a mi salvajismo.
Y cuando me di cuenta en tus ojos enamorados de la razón de tu razón era tarde. La fotografía estaba tomada, grabada y siempre viva a pesar del tiempo. Por eso es que observo la instantánea y no la puedo dejar de ver.
Te amo en la ausencia, cuando mi soledad te habla, te busca colgada de mi brazo y mis oídos extrañan tu voz.
Pero hay día en que cuando apareces soy Gable enredado en mis enredos. En el afán inútil de desanudar el nudo que asfixia mi existencia.
Ese sentimiento alicaído de haber perdido la imagen que en otro tiempo me forjé y te expresé: el ser tú en mi y yo en ti.
Y mientras observo la brutalidad de Gable, exaltada en primer plano, que no atenúa, sino al contrario, exalta la razón de furia de Marilyn en sus marcados jeans, no dejo de pensar en tus muslos tatuados por mi boca.
En aquellos tiempos en que llevábamos la cuenta de nuestros encuentros sexuales y que pasando el centenar perdimos la numeración, pero luego contabilizamos en el calendario del Kamasutra.
Y no,por más que admiro la fotografía no quiero que seamos Marilyn y Clark .
Seres inadaptados, no respecto al sistema, sino por ser parte del mismo. Porque la vida late en otros confines lejanos a Hollywood, a los rostros decadentes y acongojados de las super estrellas, a las tarjetas de crédito, las hipotecas, deudas comerciales y sentimentales.
Porque la vida se encuentra en el nido que no hemos querido forjar fuera de nuestros demonios particulares.
Pero también comprendo que no puedo jugar con la paciencia. Con la Marilyn que toda mujer lleva dentro y que ineluctablemente se rebelará contra el Gable que en tantos y tan malos momentos pretendo emular.
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