LA DAMA DE NEGRO
Cierta noche, cuando el festín se hace eterno, cuando las gaitas anuncian la llegada del vencedor, y mientras las copas se alzan para honrar a la amistad, danzaban las almas en búsqueda de su redención.
Bajo un cielo acristalado, Andrés y su fiel amiga Martina entran sigilosamente al arcano lugar, casi flotando como los Ángeles que no tocan el piso para no corromperse.
Bañados por la luz invisible de una espumosa noche, escudriñaban la parábola de sus vidas contándose sus historias y riéndose de sus miserias.
Así, mientras un ejército de desdichas vagaba por el campo de batalla acribillabando todo atisbo de diurnidad, aparece ella.
Un fantasma brilloso, fría dueña de sádicas intenciones que laceraba con sus ojos de niña perversa.
No era una habitué más.
Majestuosa y convocante de mil miradas, la pérfida figura de aquella dama de cuero y vinilo se abría paso cual valkiria gloriosa.
Sus botas pisaban las ajadas baldosas maceradas por el tiempo de la casita colonial, nombre del anciano sitio que convocaba aquella noche.
En medio de la noche, la dama de vinilo negro decide clavar su filosa y aguda mirada en los ojos de un extasiado Andrés.
Ambos se buscan y se miran sin cesar mientras los ecos de los redoblantes entonan una marcha marcial, así de orgullosos son los himnos que cabalgan buscando la victoria final.
Se mira y no se toca sugiere su altanero porte, mas inconscientemente la fémina morbosa provocaba con su intimidante sonrisa.
Ella quería algo más que mirar.
-Quien es aquella que dignase en apuntar todo su armamento en mi humanidad? Pregunta Andrés a su amiga.
-Ella es diestra en el látigo, y su voz, que es de regio carácter imperial, impedirá que te niegues a cualquiera de sus caprichos.
La noche seguía su curso, guitarras y seráficos violines se enfrascaban en una feroz batalla mientras, agazapados tras las trincheras, los tambores marciales pacientemente esperan su turno para volver a desplegar todo su orgullo, honor y gallardía al compás de sus mas que gloriosos himnos pletóricos de mil victorias.
Andrés estaba mas que hipnotizado ante aquella majestad y decide lanzar toda su tropa hasta la victoria final!
-Yo me mando, no me puedo resistir a sus encantos, esperadme tras aquella pared mi fiel amiga!
Ni bien Andrés se abalanza a campo traviesa Martina lo toma violentamente del brazo, lo aparta hacia un rincón y lo reprime severamente.
-Querido Andres, esa mujer es peligrosa!, esta ves es conveniente dejar de lado tu deseo de querer experimentar con cuanta mujer se te cruce por tu camino ; eres mi amigo, y por ello, velo por tu seguridad como tu lo haces por la mía!,
Ambos se trasladan a un recinto un poco mas intimo, deciden sentarse y tomar alguna que otro trago.
Andrés se sentía algo frustrado pero confiaba en los sabios consejos de Martina.
En su brilloso uniforme se ven reflejados todos nuestros secretos, esa es su arma, pensaba Andrés; el brillo del cuero y del vinilo devuelve nuestra mirada pero tamizada por la deforme condición de nuestras más profundas perversiones.
Ya hacia la coda de la noche, la sentencia del destino decide aunar a dos de sus infinitos vástagos caminos, dos rutas por las cuales han de transitar en mínimos instantes ellos dos: victima y victimario mas al fin victimas los dos.
El punto de inflexión, una escalera. Dos espejos afilados que no buscan reflejar sino lastimar con el frío barniz de la verdad.
Logran ponerse a la par y mirarse al infinito, hacia adentro de cada uno. Un juego de asimetrías, el del reflejo tergiversado del vinilo vs. la peor de las miradas que puede devolver un atuendo, negro, opaco, abisal.
AZM
MMV
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