Para Seba_ con mucho cariño



Se le quedó colgada la sonrisa, como una mueca en el rostro, y el alma se le llenó toda de pena. No es posible, - se decía -, a estas alturas estas sorpresas de la vida. Terminó de recoger la cocina y preparó la mesa para el desayuno. Guardó los lentes en el cajón del escritorio y se puso a mirar por la ventana. La noche de calor ardía, como los versos que escribió aquella tarde, del mes de julio, de aquel año en el que todo se le ofrecía como hacen las tiendas cuando están de saldo. Y empezó a recordar… ¿Cuánto tiempo había pasado? ¡Que importaba el tiempo! ¿O acaso importa el tiempo que pasó o es lo que pasó lo que importa? En realidad el tiempo, - se dijo - , es una llave que abre la puerta del pasado y del presente, pero nunca del futuro. Y ese pensamiento la dejó cavilando un buen rato, hasta que de pronto llegó a la conclusión de que el futuro también se vislumbra, pero la puerta se abre con otra llave,¿Quizás la esperanza aporte algún indicio? Pero la noche no se presentaba para buenos augurios o expectativas. Cuando la tristeza se instala en el alma, no hay quien la desaloje, se aposenta haciéndose la dueña, anidando como un gusano. Y esto también le hizo pensar…


El ruido de un coche y las voces de sus ocupantes por un instante la distrajeron, sacándola de sus pensamientos. Era un grupo de jóvenes que volvían de una fiesta a casa, tan alegres que no acaban de despedirse. Sintió alivio al verles y no pudo dejar de observarles, con sus coqueterías, sin muchas ganas de abandonar la noche. Esa misma noche en la que ella también se había instalado, pero con otra inquietud diferente Finalmente se fueron a dormir y ella volvió a sus pensamientos, recuperando el silencio de la bóveda nocturna. Y sintió ganas de leer. Acomodó la silla de la terraza con unos cojines y encendió la lamparilla. Sin saber cómo encontró un viejo tomo de su abuelo, de un tal Olegario V. Andrade:

”Yo era el astro que erraba en el espacio
Al azar de los vientos de la vida,
Y tú fuiste la estrella misteriosa
Que me brindó su lumbre bendecida.”


Y comenzó a escribir:


¡Cuántas estrellas alumbran la noche del poeta¡
¡Cuántas sus esperanzas y cuántas sus tristezas!
¿Cuánto suman sus ilusiones? ¿Y sus ternuras?
¿Cuántas, cuántas veces llorando de pena canta?
¿Y cuántas otras veces, cuántas de pasión muere?
La noche del poeta… ¡Gran arcano de amor!
Un misterio de luz, que sólo el juglar conoce.



Y se le durmieron las penas aquella noche, junto a los helechos que adornan el castañar. Y dormidas, bajo el jacinto, allí quedaron, acomodadas en el dormitorio de los secretos.


Septiembre, 2008