debía saberlo todo pero parado a los nueve años frente a una señora con un lunar gigantesco en su cachete, asusta... bajé la mirada y dijo que no, que no sabía nada, que no había estudiado la lección. me cogió de la oreja y la sacudió, no sin antes levantarme en el aire, haciéndome sentir que era un cometa de carne atado a su cola de tejido cartilaginoso. mudo quedé no sin antes esperar la bajada del cielo para romperle las canillas... eso hice y sentí un abanico de manasos en toda mi cara... no recuerdo mas que todos los alumnos de clase reírse de mí. al poco rato estaban mis padres, mirándome con suprema verguenza. yo, lloraba de temor por el abismo de silencios que se precipitaban sobre el devenir.
salimos de aquel colegio en búsqueda de otro, y otro hasta que mis padres entendieron que un animal como yo no necesitaba un zoológico, sino un lugar lleno de afecto y paz. y aquí estoy en medio de enanos y duendes y seres vestidos de blanco. todos hermanos unidos bajo una carne. nos miramos atados de manos y seguimos el silencio de todo aquel lugar llamado loquero.
pasan los años y años. unos se van otros se quedan, otros se van bajo tierra por las manos del hombre de manos de acero que cuando se le viene la gana nos da de porrazos sobre nuestra diminuta cabeza. he salido a la calle, esta vez busco a mis padres. corro y llego a mi casa... no hay casa, tan solo pedazos de barro pintado. ¿mis padres?, me pregunto. miro mis manos, sin uñas, arrugadas, lleno de pelos blancos y siento que el tiempo no existe, tan solo es un sueño. me acuesto y duermo bajo el manto de una noche que me dice cosas hermosas y llenas de afecto. siento que al fin estoy en una casa inmensas. no hay techo ni puertas ni manos de acero... tan solo estrellas y esa luz de la luna que me escucha y de veras me escucha, como nadie me escuchó, aunque le hable en silencio y directo a los ojos hasta soñar en que duermo y duermo pegado a las estrellas...
san isidro, septiembre de 2008 |