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Apareció don Luis el jubilado renco y jadeante, escaso de pelo, con su bigote blanco y recortado. Sacó de un bolsillo la navaja, abrió la oxidada hoja, zarandeó la silla cual bastón cuatripartito para, por fin, sentarse.
La “marcona “a la derecha y la “largueta”, a la izquierda – dijo – como si no nos hubiéramos enterado hasta hoy. Mira esta gente dignifica el trabajo, ahora si que vamos a trabajar, intentó decirnos con su actitud. Como si no nos conociéramos.
Hay gente que saca humo, que tiene vocación de líder, es bien cierto. En un segundo pedirá ayuda para mover un cesto en el cual, ni siquiera a metido un escaso puñado de almendras. Y se convencerá a sí mismo de que, sin él, los demás, no vamos a ninguna parte. Un poco más tarde, quizá dos días después, repetirá lo mucho que hemos trabajado, él incluido cómo no y cuando toda la cosecha esté ensacada, volverá a repetirlo. ¿ Qué vamos a hacer cuando no esté? – pensamos todos los presentes.- sin decirlo.
Don Luis se había levantado de la siesta, el vaso de “bourbon” se había quedado vacío al lado del televisor, eso que llaman la caja boba, como tarde después del, telediario de las tres. Han dicho esto, han dicho aquello. No tienen vergüenza. Después esperarán que les votemos. Eso es la democracia del pueblo sin el pueblo. Son todos iguales, no hay dinero para lo que no quieren, se creen los amos porque mandan, y todo por que les pegaron dos tortas los grises, cuando eran estudiantes. Los unos y los otros, treinta años llevan muñendo. Los gatos continuaban con su ronroneo, tranquilos y felices. Cada uno habla de la feria como le ha ido. Ahí estamos todos, terminó. Bueno, tanto como terminar.

Llegó don Luis, el jubilado.¿Dónde está Salvador? Preguntó como siempre. Salió con el tractor. Vienes a ayudarle y se va tan tranquilo. Luego nos ofrecerá un yogurt para la merienda. No entiendo a esta gente, te vienes para hacerles compañía y te dejan sólo. Si nos pagara estaría vigilando, seguro. Los conozco más que la madre que los parió.
¡ Sape! El gato este, cada vez que me levanto me quita el sitio, debe encontrar caliente la silla. ¡Oye! Ayúdame, vamos a vaciar el cubo sobre el cañizo, para que se vayan secando las almendras. Hay que aclararlas, tan espesas no se secan bien. Así, así, ralas, bien repartidas eso, eso. Pues que bien mire, nos quedamos asombrados, de lo bien que distribuye usted la mercancía.
Y todos aceptando su liderazgo, para que su yo no se desmorone. ¡Y qué más nos da a nosotros! Ël se siente útil y capaz, pues bueno ¿qué de malo hay en eso?, Dejadle que disfrute, para qué os queréis incomodar. Y que no se os ocurra pincharle, que empieza con la historia de su jefe.-Con el eje acanalado, que si diez milésimas, que si ocho milésimas, y que yo tenía razón y el jefe no. Cómo van a funcionar bien los cambios de marcha, si no están dentro de la tolerancia que señala el plano. Pues usted será ingeniero pero, de tolerancias, yo entiendo un montón. Además, los de la oficina técnica ya lo han señalado en el correspondiente plano. ¿ Los engranajes, los piñones? ; eso es otra cosa.

La tarde avanzada y fría. Oye, te cambias a este lado ¿ te importa? Que me da el aire de la puerta. No es por nada, es por la jodida pierna que se me enfría y luego, me duele más. Parece mentira, con lo bien que jugaba yo al fútbol, y ahora con la prótesis de inoxidable. Yo que podía haber sido un ariete, meter goles a todo meter, eso es lo que tenía que haber hecho. Pero mira, mi padre, por seguir los consejos del viejo, por no disgustarle. Ya ves. Ejes y piñones toda la vida y el aliento, oliendo a hierro y taladrina, para qué me pregunto todavía, para enfrentarme a aquel ingeniero de mecanizados que preparaba los tornos copiadores y la rectificadora de aletas. No paró hasta que me despidieron, ignorante, si se hubiera enterado de lo que yo ( los que creen ser algo, siempre dicen yo para justificar su falta de seguridad) era capaz; fabricar una esfera con tan solo la lima y la galga. A mí me va a decir lo que es la mecánica. ¡ Sape !, El gato, bueno pues, si no llevara el abrigo que lleva ( con referencia al pelaje) Oye, mira, vamos a vaciar el cubo y volvemos a llenar la mesa. No, no, el metálico no, el de caucho, así, así, eso, eso. Y los demás, callados y descascarillando.

Anochecer y frío. El tractor, el remolque, el traqueteo infernal, insoportable, de la descascarilladora. Bueno, pues me voy, ya veremos mañana dice don Luis, huyendo de la quema. Se levanta, pero no se va. Martillo y almendra sobre el tas, pim, pam, pim. Si todavía tengo muelas, qué buenas están, sí, estas, parecen más dulces. Con pan saben mejor, pero si acaso, con un buen trago de vino negro, que se meten entre las encías y así, se limpian los dientes. Mañana, pues bueno, a lo mejor llueve, pero no os preocupéis porque en el remolque, hay almendras, para dos días como poco. ,( pensando en que la siesta, el bourbon, a lo mejor... que si tardo algo en llegar, convencido de que sin él, se para todo. La cosecha vaya cosecha este año. Qué vamos a hacer, más baratas, pero más cantidad. Piensa en lo baratos que le salen a Salvador, los empleados. Un conejo y algún yogurt si nos caerá, cuando caiga, que acabamos de empezar. O una docena de huevos acaba diciendo. Para cuando se da cuenta, no queda nadie, que todos nos hemos ido a nuestro avío. Antes que nosotros los gatos hacia el comedor.

La otra tarde, se acercó la señora María, la suegra de Salvador, viuda ella y gordita. Se sentó frente a uno de los jóvenes que estaba solitario. Dale que dale a la almendra. Pues que me aburría en casa a esta hora, las diecisiete horas. Se acaba la faena en la cocina, hasta la noche. Que no, que sí, que de joven acompañaba a mi difunto marido, un conocido viajante, pero claro ahora, a dónde voy a ir. Coqueta ella, y recatado el chico, le mira de frente y de lado. Qué joven y guapo que está – pensaba ella – y que moreno. El menos joven, sin pensar, la veía oronda, enjoyada, con un aire pizpireto como diciendo ¡ aquí estoy yo!. El silencio seguía pesando entre sacos, almendras y las telarañas que colgaban de las paredes. Y tú qué? Qué lástima, con las cosas que podías hacer, tan joven como eres. Y el no tan joven, huyendo de un acoso solapado, para reír las gracias sin gracia, de la otra. Hasta la llegada de don Luis, calvo él, renco, con su escaso y ridículo bigote. Toma el cubo, dame el cubo, tu subes, yo bajo, y así, todo organizado. Ahora vuelvo, que me dejé la navaja. Ojo! – a ver qué hacéis que os quedáis solos.
La señora María limándose una uña rota por el cuchillo, chupando el dedo, tirando con insistencia de la bata, hacia abajo para cubrir la sedosa rodilla.
Bueno, qué, ¿habéis sido buenos? Aquí está la navaja. ¡Ah! el yunque!. Pues bueno, tic, tac, tic, tac, qué buenas están este año. A lo mejor llueve algo mañana. Mejor será recoger las almendras para protegerlas en el garaje. Salvador con el tractor y sin aparecer. ¡ Hay que ver!

Tarde y sol de nuevo. Y almendras. La señora María no ha venido hoy pero podría aparecer en cualquier momento. Por el contrario, tenemos a su rechoncha hija, con unas caderas como un redondo arel, tan apretadas y tan bamboleantes como poderosas. Se trae un conejo asido por las orejas, gritando, como siempre, obligando a que los gatos hagan ¡fu! sin terminar de marramizar durante un corto espacio de tiempo, por encima de sacos o ruedas de tractor. Más tarde volverían a rapiñar las jifas del conejo, como ladrones que son y lo seguirán siendo.
La maciza esgrime el cuchillo, como un machete, les saca los ojos a un primer conejo, a lo bestia, que dice la señora María de su propia hija, sin poder evitar que la sangre gotee sobre la blanca pica de mármol. ¡ Sape ! Que los gatos ya merodean bajo su ancho delantal, cerca de las dos columnas de sus gruesas piernas. Visto y no visto, el conejo despanzurrado, clavado en la gruesa alcayata de la pared, en tanto el cuchillo corta la piel sobre el cuello. El agua batiendo la sangre sobre el frío mármol. Mientras, no cesa de sonreir, mejor él que nosotros, acaba diciendo. Tranquila que hay tiempo. Martillo y yunque, tic, tac, tic, tac,, y qué buenas están este año las almendras. ¿ El régimen?. Qué va, estas no engordan, hacen daño si no te las comes. Además cuando sale algunas tardes con las amigas a pasear por el campo, se llevan una coca de almendra y una botella de cava ¡ qué más da! El próximo lunes comenzará el régimen de nuevo. Las gallinas que no ponen y no ganamos ni para el pienso. A este paso vamos a tener que comer los caracoles que se pasean por delante del gallinero, eso si llueve, que tampoco está muy claro. Bien chicos ahí os quedais que me esperan el conejo. Don Luis esboza una sonrisa mientras detiene la mirada sobre el límite del ancho delantal, sobre la rodilla. El otro, desganado, pero siguiendo también la mirada del renco. Ay, ay, ay dice la rellena al darse cuenta malpensados! se aleja diciendo

Buenas tardes doctora, dice don Luis desde dentro, desde la penumbra del garaje, al verla cruzar ante la puerta. Va acompañada por un hombre de baja estatura, muy moreno, tocado con un blanco turbante. ¡ Good afternoon ! Dice en ingles el acompañante de la doctora para seguir preguntando a continuación ¿What is that?.Dentro se mueven, hindú pronuncia don Luis. Eso mismo, le apoyan los demás. ¿What is this machine? - el moreno. La doctora le explica que se trata de una máquina descascarilladora de almendras. El pequeño desea ver como funciona cuando don Luis le complace con un ruido infernal, al poner la máquina en funcionamiento. Doctor, tell me frankly, what is your opinion but in simple plai words, hablo la doctora. Very interesting, but I nearly fainted with fright, replicó el hindú. Dice que es muy interesante, pero le ha dado miedo, tradujo riendo. You, you, intentó don Luis para epatar a los presentes, you, you repitió sin llegar a conseguir nada. Veis siguió, como se hacen los negocios. Podríamos exportar máquinas a la India. Si es que los españoles no pensamos. Aquí venga impuestos, te dan un número de matrícula y te tocó el gordo, fichado para toda la vida. A ver cuantos españoles vamos a un pueblo perdido de la India. Así va todo ¡hala!. Cada uno a barrer para dentro. Los demás esperando el chaparrón de nuevo, que si las milésimas, que si los ejes, que si aquel ingeniero tan burro, que si... pero no. El inglés se le había atascado, you, you understand, you me, do you, sin poder terminar la frase.


Hoy ha aparecido Salvador. Está casi siempre, pese a las escapadas, tranquilo, reposado, con la esperanza cierta de la cosecha de cada año. Qué muchachos, que si no entendeis nada y me mezclais unas almendras con otras, que tal y que cual. Los de la ciudad no entendéis nada sigue socarrón, tostadas en la tienda sí, pero estas, no sabeis ni lo que son. Seguro que no habeis plantado un árbol en toda vuestra miserable vida. Vosotros vivís para el coche, bien grande, para que se vea. Dos millones rodando por la calle, envueltos en latas, plásticos y cuatro ruedas. Cómo puede ir bien este País. Madre mía, madre mía, que yo heredé la mula de mi padre y hasta hace muy poco labraba con ella.. Ahora todo el mundo tiene coche, pero muchos de ellos, ni comen. Si abrieran las puertas de las ciudades, os vendríais todos para acá. Bueno qué, ¿tomamos un yogurt o alguno de vosotros prefiere un cortado?.Mira este, responde don Luis, nos afea la vida de la ciudad y merienda yogoures. No le apetecen a nadie. Ni los plátanos tampoco. Pero ni chorizos ni jamón, bien pues cortado. Menos don Luis que tomará coca-cola, pero que no esté demasiado fría. Salvador va arriba y abajo, pinchando con sus puyas a unos y otros, para sacar verdades de mentiras, afirmando y negando apoyado en su irónico gracejo. Qué sabios son, en su ignorancia, los campesinos y que aplastante es su lógica. Tienen las matemáticas más claras que Thales de Mileto y Pitágoras juntos, más que los ministros de Hacienda, a quienes no les cuadran nunca los números, por más planes económicos que diseñan. El secreto está en la microeconomía, termina por decir Salvador. Los que se equivocan, lo hacen así, porque administran caudales que no son suyos. ¡Chapeau


Hoy estamos todos reunidos. Hay risas y algarabía. Los gatos no paran los pobres, sacos para allá, cubos para acá, almendras acullá, el ruido infernal de la ruidosa máquina sin parar, el sonoro restregar de las cáscaras de almendra, sobre la seca húmeda madera de la enorme mesa y el incesante tintineo en los sacos, como monedas de cobre, siempre unas sobre otras. Redes a este lado, toma este cubo y deja ese, y la tarde pasando hasta el nuevo anochecer. La dirección prohibida del más joven, hacia la casita de la vecina de veraneo, que se insinúa a colación irónica y continua, y anda que no se nota. Que si la bicicleta cruza por delante de la puerta del jardín o bajo el balcón, la señora en bikini al sol de la terraza, de un deseado y nuevo verano. Ay, ay, ay.que vamos a tener que vigilarte. La piscina, las intentonas por enseñarle a montar en bicicleta, (ella insiste en que lo hace mal). La morrada que se dio anteayer al soltarla del sillín, en tanto que su marido, ausente y perdiendo el tiempo en el bosque cercano, haciendo fotografías a las arañas. Llega José con el remolque del tractor rebosante de las esperadas almendras; toma almendras, toma ironía. Qué bien se está por la mañana en la piscina, a primera hora, con poca gente, sin el corretear lloroso de los niños. Que tu, que yo, que nos bañamos, que me sostienes ¡cuan fría está a esta hora el agua! Por la tarde otra vez lo mismo, como cada verano, hasta que pase el verano...


Hasta cuando sufrirá el menos viejo, para mantener su estabilidad emocional, en un juego que gana y pierde, perdido del todo. Qué hacer, qué no hacer. Aquella gente que no te llama, dijeron que sí pero no. Vamos a entrar en Septiembre sin encontrar un trabajo, el chico sin colegio, la mujer con su entereza de mujer, pero sin dejar el sufrimiento. Ya pronto, ni almendras para perder las tardes, las largas tardes de un invierno que seguirán el próximo verano si Dios no lo remedia. Entre tanto el taca, taca de su vieja máquina de escribir. Hoy faltan folios y mañana faltará cinta. Ayer faltó papel carbón. ¿Qué cosa faltará pasado mañana?

Pero ya están aquí “ las cloqueras “, la María, su hija, la mujer de don Luis, con su eterno reúma que le sirve y lo usa para meter baza en la conversación, la esposa de Salvador, que no ve nada la pobre y que se desvive por todos, gato aquí, gato allá, ay estos gatos ¡ fuera ¡ ¡fuera ¡. Todos tienen razón, lo más importante es pasar el rato; dejar que el tiempo pase. Si Salvador se destapa con una docena de huevos, pues eso tenemos. Esta gente, dice don Luis, con el gallinero, como no les cuesta nada, ve ahí. Cuando vendan la cosecha se comprarán un tractor nuevo o una furgoneta, pero el caso es llorar, llorar siempre, como una sana costumbre, como una sabia terapia, que compensa de todos los esfuerzos. Si el estómago está lleno, todo está lleno. Y tú, le dice Salvador al menos viejo, por Semana Santa vete preparando, pues tu mujer se llama Dolores. Ignora que al menos viejo, ni papel carbón le queda. Los días pasarán pero mira le dice Salvador, todo se arreglará. La bezuda mujer de don Luis arruga el morro, pensando en la posibilidad de que, el hoy triste y decepcionado, se zafe de su situación actual. Ella que ahora está haciendo obras en la vieja casona que compró hace un año con un préstamo del Banco. Pero ella cree, que el secreto a voces, no lo conoce nadie. Esta tarde se ha traído embutido, con la supuesta intención de demostrarnos quienes son los más ricos. Que quede bien claro. El más joven sonrie, empalagosa piensa .Por un trozo de embutido, la marquesa esta. Esto si que es bueno y no el yogour para niños, termina por decir don Luis, en un claro intento por apoyar la actitud de su esposa. Hasta las moscas y los mosquitos de la parra situada ante la gran entrada, lo probaron mientras abajo en el viejísimo tronco ya brillaba escondida la luciérnaga. Hoy ya no cenaremos avanzó don Luis intentando atusar su escaso bigotito.


La hija de la señora María, ancha ella, se enfrentaba a uno de los compradores de sus conejos. El cliente le reclamaba las guías de Sanidad. Pues bueno hombre ya te las prepararé mañana. Si ya nadie me las pide. Cuando el cliente se va, cargada su furgoneta de conejos dice, este es muy listo, me exige las guías y luego vende conejos de otros, con las que yo le doy; se las daré cuando yo quiera.


La máquina y don Luis. Cuidado con meter las manos por la parte de arriba, que os pilla los dedos. Por no sacar los restos de las ramas, la máquina se atranca y es necesario pararla. Ya podían haber hecho las placas de caucho en lugar de metálicas, los burros estos, sigue aleccionando a los demás, ese líder que lo resuelve todo. No harían tanto ruido y trabajaríamos mejor. Ya ves tu, un motor, cuatro placas de hierro. Hay gente que tiene una potra. ¡ Ingenieros ¡
Se presenta Salvador. Comed almendras, comed, no os las terminareis. Picadlas, picadlas que hay que hacer “panellets “ además de garrapiñadas. En ese mismo instante, don Luis y señora, ya tienen la bolsa de plástico llena, detrás de un saco, bajo la mesa, detrás del montón de las duras pieles secas y verdes. La han estado llenando un poco más cada día, al final la llenan tanto, que el asa de plástico termina por romperse. Es lo mismo, ponemos otra por encima como una funda y se acabó el problema. Total mañana, volveremos a empezar. Tendremos almendras hasta la Pascua ¿Y la otra bolsa? ¡Ah! bueno. Salvador les ha regalado un conejo pero la pareja, no quiere que lo sepamos los demás. Como dice el propio don Luis, el renco, “ que burros “. Los demás lo tenemos ya en casa.


Esta tarde, nos ha visitado la señora Pilar, la mujer del “Medioduro”, que viene haciendo la misma labor en su casa. ¡Coñu¡ dice, así cualquiera. Ya podíais venir a casa a ayudarme. Hay gente que tiene suerte, y los demás, que se fastidien ¿ Cómo puede ir bien este País?- pregunta -. Mira la María, rodeada de juventud y métele. Qué quieres decir con eso de métele saltó la otra marquesa, Cuidado ¡eh!, cuidado porque soy la consuegra de Salvador. No fastidiemos. Bueno mujer, ya me entiendes. Pero “coñu “ mejor es estar acompañada. Tranquilas mujeres, tranquilas, medió Salvador, en tanto señalaba al más joven, que éste, tiene la dirección prohibida para el otro lado, al señalar la casa de la vecina de vacaciones. “Coñu” que el otro día, siguió la Pilar, vino a por mi marido para que le regara el jardín. Ay, ay, ay, que a estas de la ciudad vamos a tener que vigilarlas, que van muy descansadas ¿ Qué dices? –exclamó Salvador con una interminable sonrisa - ¡ será por centinelas!
Pues bueno, todos tenían huevos y conejos, así que haya paz y después gloria. Tranquilos muchachos, tranquilos, que todo se va a arreglar. Y a continuación, nos ofrece prestado un trozo de tierra, para sembrar patatas. Qué sabemos nosotros de eso; pues nada. No hay que saber nada, yo os compro la simiente “canabec” y os enseño a cultivarlas, que no os cuesta nada. Tranquilos chicos que patatas no faltarán. Ni almendras, remató don Luis al tiempo de cargar con su bolsa.


Tarde y lluvia. Pues bueno, aquí estamos. Para descascarillar, no tenemos ningún problema. Aparta eso, levanta aquí, baja el saco y llena el cubo. Y poco más tarde, sentados y a criticar ¡que bien! Las pagan a sesenta el Kg, y el año pasado, se pagaron a 120. Mercado Común, Comunidad Económica Europea, para qué nos sirve a nosotros remata don Luis. Claro como si las almendras fueran de su exclusiva propiedad. Ahí al lado han tenido que vender las cuatro vacas que tenían; por exceso de producción de leche.
Hace acto de presencia la maciza, exultante ella, con el delantal como un parasol prendido alrededor de sus oscilantes caderas, con un conejo asido por las largas orejotas. Venga fuera los gatos ¡zas! el conejo despanzurrado. Dejaos de bromas que la realidad es otra; no hay más sol que el que nos alumbra, menos hoy, que está nublado


Hoy es viernes. Cruza el coche rojo. Mira, mira, la vecina ya la tenemos aquí. Nada, que no, ni bicicleta, ni piscina ni nada de nada. Y el menos viejo al que todos miran, sigue estando ausente e intemporal. Ël sigue y seguirá inmerso en el frío vacío de su alma rota. Digno hasta donde los demás merecen su dignidad, que no está aquí por el conejo y los huevos, lo saben todos y lo entienden. Pobre muchacho dice Salvador, irónica pero también paternalmente. Todo se arreglará, no te preocupes. Que nos leas lo que estás escribiendo, aquel cuento o bien la novela, o quizás los otros cuentos, lo que tu quieras. El chico les mira, mejor, les observa con el temor de llegar a ser mal interpretado, con la certidumbre de que no están entendiendo nada, pero con la certeza del cabreo que van a sentir cada uno de ellos, si llegan a leer algún día, todo cuanto escribe. Todavía sigue anclado en la creencia de no llegar a interesar a nadie. Claro que, si lo compraran los tres millones de parados que hay en este País menudo éxito editorial. Un éxito difícilmente alcanzable, pues los que no comen no están en condiciones de leer. No importa piensa, mientras esboza una enigmática e incomprensible sonrisa, sin esperar la comprensión de los reunidos, que ni el mismo desea que comprendan. Pero no puede dejar de imaginarse, la cara que se les iba a poner cuando se vieran tan bien retratados, en un escrito, en un libro como los principales personajes de un libro, o del simple capítulo de un libro.


Esta idea le producía una satisfacción indescriptible, una compensación de todas las sandeces que lleva soportando durante tantos meses, como una íntima venganza solapada, secreta, y todavía más; incruenta. Mientras, permanece con su expresión intemporal, ausente, en tanto le observan sin llegar a comprender, que cosa piensa, pues ellos ignoran todo de ellos mismos y la perspectiva, desde el ángulo irónico también, con el que el menos joven, les contempla. Sigue pensando si será cierto que los unos y los otros, llegarán a ser capaces de penetrar de verdad, en la esencia de su propio ser. En definitiva, en el desconocimiento de nuestra propia realidad.. Una realidad cotidiana, que debería ser cierta, pero pocas veces lo es.
Tú te ves así, yo te veo distinto pues la imagen que proyectas, nada tiene que ver con la idea que nos hemos formado uno del otro. Muy a pesar de la psicología, seguimos sin conocernos – sin querer conocernos – de verdad, para seguir siendo desconocidos por todos cuantos nos rodean. Es por este motivo que los locos nos parecen genios, los genios nos parecen locos, mientras sin exclusión, todos terminamos rondando los límites de la locura, y es por eso que, algunos inteligentes no pasaron la educación primaria, y otros menos inteligentes, pontifican (pontificamos) sin temor a errar. Por este motivo, Salvador es uno de ellos; su sentido común y su forma de entender la vida, es todo un amplio compendio de una real escuela filosófica. De otra parte, el mismo don Luis, es otro claro ejemplo, verticalmente opuesto a Salvador, con más formación, pero con más ignorancia también. La mayor parte de nosotros, individualmente, nos creemos que la verdad es de nuestro uso exclusivo, porque en nuestra locura somos el centro del universo mundo. Es por esta sencilla razón que, no entendemos, lo que no queremos entender.
Más, como dice la Señora María, qué joven estás y que moreno, y como dice su hija, no hay más sol que el que nos alumbra, y ¡ coñu ! como dice la mujer del Medioduro, qué bien se está acompañado. Y decir por decir, que buena la filosofía de estos gatos que siguen ronroneando; impertérritos ellos... Pero ¡ por Dios!, sigue pensando el menos viejo, el pretendido escritor, ¡ Que no se acaben las almendras!

Las avellanas, los higos, las ciruelas, las naranjas, las bananas, las manzanas y los mangos entre otras, son las frutas que más me gustan, comentaba Salvador sentado sobre el amplio asiento situado ante el volante del tractor.
Anda, más posibilidades. ? Debe ser cierto que no entendemos nada.


RobertBoresLuís
P.de A. 1994
De: Mis cuentos rurales.

Texto agregado el 21-09-2008, y leído por 77 visitantes. (0 votos)


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