El jardinero, el pescador, y el noble caballero, alegres y casi borrachos, se sentaron a la mesa, en la taberna del pueblo. Los tres estaban enamorados. El jardinero amaba una flor roja, el pescador una mujer simple de una isla y el noble caballero una princesa. Pero ninguno de los tres podía concretar su amor. El noble caballero tenía solo un corazón, y ese corazón pertenecía a su reina. El pescador amaba a la mujer de la choza, que lo acompañó siempre en su vida. Y el jardinero temía descuidar su jardín, al que amaba mas que a cualquier flor.
Se sentaron a beber, para llenar de alegría un vacío que los llenaba. Cada uno en su momento, habían decidido dejar de lado su amor para continuar con su vida de siempre. Los tres amaban y se sentían vacíos, pero los tres sabían que hacían felices a sus familias y a su mujer amada. Por eso los tres, borrachos, se reían y sufrían. Sufrían porque no podían amar a la mujer de la que se habían enamorado.
El tabernero, que conocía en parte sus historias, se paró junto a la mesa, y para sonsacarles y divertirse con sus charlas, preguntó: “¿Y como son las mujeres que amáis?”
El noble caballero respondió primero: “Ella es una princesa bonita, bajita, viste siempre de blanco, y su cabello es rubio como un rayo de sol de atardecer” “Y es puro color, color de sonrojos, color de labios rosas, color de alegría” “Todo lo hace sonriendo, llenando todo de alegría, y lo que toca, brilla”
El tabernero, dejando una copa de vino sobre la mesa, dijo: “¿Pero es ella real?” “¡Parece de cuento!”
El noble caballero, en realidad, aquel hombre de los cuentos, dijo: “Ella es real, pero la historia es un cuento” “Es un cuento que inventó el escritor enamorado, creyendo que no sería infiel a su mujer, amando a una princesa de ensueño”
El tabernero, quieto, dijo entonces: “¡Tonta historia de amor!” “No ha de tener final feliz”
Con los ojos apagados, y la cabeza gacha, el hombre dijo: “Todos los cuentos de amor son un sueño” “Quisiera dormir siempre, para poder soñar, porque el cuento termina cuando despierto” “Tengo un solo corazón y le pertenece a mi reina” “Cuando despierto, soy su esclavo”
El tabernero sonrió: “Bebe, emborráchate, que dormirás y soñarás”
Sin que nadie le preguntara, el pescador, con los ojos perdidos en el invisible mar, dijo: “Ella es alegría, como la princesa… Es hechicera, adivina, y todo lo transforma en color” “Lejos de ella todo es gris y frío… pero cerca color y calor”
“¡Vaya, una mesa llena de princesas!”, se rió el cantinero.
“No lo creas”, dijo el pescador, “ella es una mujer, dulce, suave, seria y alegre, simplemente sabia” “Es cierto, tal vez me enamoré de una princesa, en un sueño, pero amé luego a esa mujer” “Y no supe separar mi cuerpo de mis emociones… Mis emociones no las puedo manejar, y por eso la amo” “Pero mi cuerpo y mi vida pertenecen a la mujer de la choza, y no puedo evitarlo” “Quise separar mi cuerpo de mi corazón, y fui un fantasma”
“¡Otro final triste!” se rió el tabernero de nuevo. El pescador, sonriente, melancólico, dijo entonces: “No imaginas cuantas gotas del mar fueron antes mis lágrimas”
No pudo contener su risa el cantinero. “¡Jajá, toma, emborráchate, bebe para destilar lágrimas…Jajá, jajá!
El jardinero, silencioso hasta entonces, dijo: “Siento lo mismo que ustedes, y como ustedes amo a una flor roja, vivaz y alegre. Una flor sin igual” “Como ustedes, no pude concretar mi amor, pero yo la llevo junto a mi corazón. Y cada vez que respiro, la toco con mi pecho.” “No estoy triste, porque la llevo junto a mí” “No la tendré en mi jardín nunca, pero espero ver pronto un jardín lleno de rojas flores, vivas y alegres, y envidioso de su dueño, robarle su intenso perfume cada tanto”
“¿Y que vas a hacer con solo el perfume?”, decía el pescador. “Es como si yo me quedara con la dulzura de su voz, o la música de su risa…” “Sin duda, es todo lo que me quedará, pero no alcanza para llenar mi vacío”.
Entonces el noble caballero dijo: “No es nada, no alcanza…pero que sonrisa, Dios mío, ¡que sonrisa quedará en mi recuerdo!”
Y el tabernero reía, mientras alguien se quedaba con un perfume, el otro con un sonrojo, y aquel con una sonrisa. Todos llenos de amor, llenos de sueños, que jamás podrían cumplir…
Fue entonces que llegó el escritor. Como todo escritor, y en este caso filósofo, era un hombre extraño, y en el pueblo le llamaban “el loco”
El escritor se sentó a la mesa, tomó un vaso de cerveza espumosa, y con los bigotes blancos de ella, se rió:
“Cuantos enamorados, cuantos sueños… Sin embargo, ninguno ama de verdad su sueño. Los sueños que uno ama se intentan realizar, aún en un instante”. “Y tu pescador, solo la besas en los cuentos, la abrazas y la posees en playas que no existen mas que en mi imaginación”. “Y parece que con ello te alcanza… ¿Eso es amor? Es solo enamoramiento, y dudoso, loco, de niño caprichoso.
El pescador, sorprendido, dijo: “La amo mas que a nada, nada me hace mas feliz que estar con ella..., ¡y tu dices que no la amo!” “¡Si pudiera, viviría el resto de mi vida a su lado, intentando hacerla feliz!”
El escritor, luego de pasarse la lengua por los bigotes, sonriente, dijo: “¿Y por qué no lo haces?” “¿No te alcanza con los peces que pescas, para mantenerla?” “¿No sabes llegar a su isla, para subirla a tu barca?”
Aquel hombre del cuento, el caballero enamorado de la princesa, quiso participar: “Le sucede lo que me sucede a mí: tenemos una reina que cuidar, un castillo que defender, un…
El jardinero interrumpió: “Un jardín que cultivar y cuidar”
El filósofo, con cara de pocos amigos, dijo: “¿De que amor hablas, tú, pescador, que por no lastimar a tu mujer dejas de lado la belleza de la mujer de la isla? Y tú, caballero, dejas una princesa de cuento, por miedo al sufrimiento de tu reina… ¿Le preguntaste a la princesa si sufre ella? ¿Y si ella te dice que te quiere cerca, pero no tanto, y lo hace por ti?” “¡Te sientes enamorado tal vez, pero no la amas suficiente…!”
El noble caballero y el pescador bajaron la cabeza, tristes. Creían amar, pero el filósofo tenía razón: solo estaban enamorados. Todo eran cuentos de amor, pero nada cambiaban de sus vidas. Poemas de amor, pero solo amor de poesías…
El jardinero iba a decir algo, pero “el loco” lo miró enojado: Y tú, me pides que escribas cuentos sobre si te sientes vacío… “¡¿Y quién arrancó la flor?!” “Te enorgulleces de llevarla junto a tu pecho, late con tu corazón, y otras estupideces… “¡Y la llevas marchita!” “¡No hables de amor!”
Parecía que iba a llorar el jardinero, cuando entró un anciano, caminando con un andador. “Yo también la amé… la amé desde que la conocí, hasta mi muerte…” “Y soñé en su sonrisa hasta después de muerto” “No dudes que ellos morirán soñando en su sonrisa”
“Tu pudiste amarla solo a ella, pero ella ni se enteró… ¿de que hablas tú?
El anciano sonrió: “De ti, escritor loco” “De ti, que amaste hasta enloquecer…pero no supiste convertir tus sueños en realidad, y tal vez, cuando estés solo y viejo como yo, ella no te verá, y pasará a tu lado sonriendo y volviéndote mas loco aún” “Tu escribes cuentos de enamoramiento, pero no sabes amar suficiente”
Este diálogo transcurría en la tapa del libro “Cuentos de Amor”. El escritor de los cuentos, un sexagenario que se creía enamorado, escuchó todo esto. Entonces, abrió el libro, y escribió, de puño y letra: “A Mónica, una mujer verdadera, a la que solo supe amar en cuentos”.
Cerró el libro. Cerró sus ojos, y volviendo a recordar su sonrisa, se estremeció.
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