La sábana subía y bajaba suavemente, con una cadencia tranquila, serena, relajada. Se hinchaba y deshinchaba con parsimonia, sin importarle el tiempo ni lo que sucediese durante su transcurso.
Un peso la pegó más a la cama por los laterales, su movimiento se hizo violento, convulsivo, intentando liberarse de esa presión inútilmente. No cejaba en su rebelión, se hundía y se elevaba con fiereza sin dar tregua a pesar de que una parte de sí sabía que era inútil batallar.
La sábana comenzó a dejar de agitarse, ya había entendido que todo estaba acabando . De nuevo volvía a subir y bajar con movimientos cadenciosos aunque sin la paz y relax del principio sino con un toque de resignación y rendición.
Se paró, ya no sentía ese peso en los laterales que la ataba a la cama en contra de su voluntad, todo había acabado...
Cuando abrieron la puerta una corriente de aire la agitó. Ondeó en un gesto triunfal y libre salió por la ventana dejando a la vista el cadáver con la almohada en la cara.