De porcelana
Desde que desapareciste de mi vista las serpientes se enredaron en nuestros deseos. Sólo la luna, confundida por las hojas de la selva, me retó a recordarte.
Yo nadé dentro de un lago de sueños mientras tú tocabas una flauta en la orilla; no quise aceptarlo. Te imaginé como sirena y te busqué debajo de todas las piedras en aquel inmenso lago estancado de recuerdos de la noche que pasamos juntos. La luna entró, se sumergió en las oscuras aguas que tan precariamente hicimos, pensé que quería iluminar mi vista pero no lo hizo, se burló de mí y me regaló su locura. La guardé en una cajita esférica detrás de mis palabras, justo debajo de la lengua. Viví mucho tiempo escarabajeando tus labios, las múltiples texturas de tu piel y las rejas de hueso en medio de tus senos, las mismas que me prometiste, hasta que las serpientes me encontraron escondido en la arena masturbando mis labios al pronunciar tu nombre; crucificaron mis recuerdos, mi libido y todo el sabor de tus fibras en mi cuerpo. Comencé a escribir, y no es fácil hacerlo bajo el agua, con un erizo de espinas agudas, sobre una roca. Entonces se les ocurrió a las serpientes cortarme los dedos; no pude escribir más. Desesperado repetí el nombre de cada hoja y cada flor, todos los aromas bajo el agua y los colores que alcancé a sentir con mi piel desnuda. Quería contarte cada detalle. Tú seguías tocando en la playa; torturaste mi existencia dentro de un canto delirante de nubes y hojas de selva. Tus deseos te traicionaron y rodearon la flauta, la robaron y llegó hasta mí; la recibí como queriendo llorar. Sé lo del robo porque el regalo de la luna, que bien escondí tras mi voz, tenía la palabra traición escrita con óxido profundo de tristeza.
Hoy yo toco la flauta y torturo tu existencia desde el fondo del lago donde el viento no sopla para derramar tus lágrimas que son el silencio de nuestras culpas y te doblan de deseo durante la noche para que yo viva de tu angustia y me coma el dolor que destruye mis entrañas de porcelana.
Toco tu flauta, en una melodía triste, para que puedas vivir mientras yo muero en forma lenta, muy lenta.
Gustavo Gamboa |