Paseo y siento en mi piel la nostalgia.
Respiro y miro el campo que me rodea,
este campo que empieza a cambiar su verde intenso, por los colores dorados. Yo los llamaría colores de calma.
Me siento a un lado del camino y disfruto de este atardecer.
Miro el horizonte, que en esta tierra se une el cielo
con los campos fértiles; donde el esfuerzo de los labradores esta a punto de dar su fruto.
Respiro hondo, levanto la cara, quiero llenarme de este momento.
Mis perros acuden a mí alrededor, quieren demostrarme lo felices que están corriendo libres. Les acaricio uno a uno, me llenan de babas y me hacen reír con sus muestras de cariño.
Este paseo en el que solo existimos ellos y yo, rodeados de campo, de ruidos naturales, de puestas de sol otoñales.
Podría decir que es el entorno perfecto para la paz del alma.