El joven escritor no entendía porque cada vez que sus ideas cobraban vida en el papel, por más que quisiera evitarlo estas adquirían tonos fúnebres. Sutilmente la muerte asomaba la cabeza entre las palabras, se escondía en un punto y seguido y reaparecía después, frente a una coma asustada.

Para él, era imprescindible crear estructuras únicas y tramas atrayentes que incorporaran al lector de una manera directa y profunda. Sentía escalofríos cada vez que su pluma pintaba escenas desgarradoras y crudas.

de alguna manera esto lo inspiraba y hacia que la historia tomara un carácter concentrado y lleno de intensidad. poco a poco fue adquiriendo un gusto morboso y retorcido por las sensaciones sangrientas, crueles y cadavéricas, mas no comprendía el porque de tantas muertes y desenlaces trágicos como única solución y término de su creación literaria.

Miradas punzantes se clavaban en su nuca mientras él,casi en trance, escribía sin parar. Habiendo terminado el relato a altas horas de la madrugada, colocó la pluma sobre el escritorio, ordenó las hojas llenas de vida y se fue a dormir confundido y con interrogantes sobre su forma de escribir.

El fantasma ensangrentado con un orificio de bala en la cien, se reclino sobre el papel para dar el visto bueno, pero con cuidado para no derramar sus fluidos vitales y ensuciar su historia plasmada, quedo satisfecho y con una sonrisa de alivio trascendió feliz al mas allá, tres mil espíritus mas, hacían cola al pie de la cama esperando la libertad de sus almas.