Y ahora que?, de pronto todo se detuvo, todo se apagó, silencio y oscuridad, y en medio yo.
Sabía que esa relación tarde o temprano acabaría pero ni siquiera hacía nada en consecuencia, solo la disfrutaba, en realidad la disfrutabamos, ella era parte del todo amoroso donde no cabía la unidad, siempre eramos dos.
Cristina, 37 años, alta y morena, delgada y con curvas era la mujer de Diego, el gerente del Banco "X", nos habíamos conocido casualmente en un simposio que se realizaba en los salones del banco, una tarde caluroso de enero de hacía ya dos años.
Primero fue una mirada, luego alguna palabra suelta y al salir de la reunión esa acción mía de acercarme y al estrecharle la mano dejarle mi tarjeta diciéndole de mi interés en verla nuevamente.
Ni por asomo pensé que ella me llamaría, así que mis días siguieron como hasta entonces, monótonos y rutinarios, hasta que mi celular comenzó a sonar y al mirar quién llamaba veo que era una llamada anónima, casi no atiendo pero por curiosidad lo hice, -Hola Carlos, soy Cristina-, pasaron algunos segundos hasta que reaccioné, -hola-, respondí con naturalidad, -como estás-, -yo bien, pensé que te ibas a comunicar conmigo de alguna forma pero como no lo hiciste es que lo hago yo-, le respondí que no me animaba a llamar yo y pensé que si tenía suerte me llamabas vos.
Ya sin dudar más encaré decidido invitándola a que nos viéramos esa tarde o cuando a ella le fuera posible, me dijo que mañana estaría sola todo el día pues su marido viajaba al interior por cuestiones del banco así que me esperaba en el banco, porque allí no levantaríamos sospechas de nada.
A partir de ese día nuestros encuentros fueron tumultuosos, nunca pensé en una relación tan intensa, por momentos morbosa, en el sentido que gozaba con lo que le hacíamos a su marido, en medio de los abrazos y besos me decía,-mirá si se aparece el que te dije y nos ve haciendo esto?, yo lo tomaba como natural dadas las circunstancias en que algunas palabras se decían realmente por decir algo por que sobraban.
Luego de dos intensos años de encuentros furtivos todo parecía que recién comenzaba, no se si nos amábamos, pero la pasión ocupaba todo el escenario y nada importaba aparte de eso.
La puerta se abrió lentamente, ni siquiera llegamos a sorprendernos, allí, parado en la puerta de la habitación del hotel estaba Gerardo su marido. |