Sencillamente estaba allí. No lo había elegido. Y justo ahora que habían hecho el seguro de vida. Ya es casualidad. Los otros la miraban, y ella devolvía la mirada. Se fijó en una señora de su edad, iba vestida como una cabaretera, a esta hora de la mañana. La gente no cuida su aspecto físico, su apariencia, y claro, así pasa lo que pasa. Un chico de unos dieciséis años, con los pantalones a punto de caerle, pero era la moda, comprensible. El vejete con su traje de lana, en pleno Agosto, también comprensible. Se miró a sí misma. Qué decepción. Se vió vieja, aquellas patas de gallo casi llegaban a la barbilla, gorda, la falda a punto de reventar, la raíz del pelo blanca entre el rojizo del resto, aquellos zapatos pasados de moda...Decidió seguir mirando a los demás, era más fácil así. Siempre se encuentra consuelo viendo la paja ajena. De repente el que iba con chándal volvió a decir que no nos moviéramos, que enseguida acabaría todo. Cumplió su palabra. Los atracadores terminaron de llenar su bolsa de deporte y salieron igual que entraron. Respiró aliviada |