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Hablábamos tranquilos y calmados cuando decidimos terminar. En estos casos las peleas ya no tienen razón de ser y mucho menos espacio. Dos años juntos me habían enseñado a controlar mis arrebatos y a ella a no hacerles caso cuando pasaban. Visto desde afuera no parecía una ruptura amorosa sino más bien un cese de contrato.
Nos dimos un beso en el cachete y nos abrazamos largo rato. Tanto rato que el cuerpo se me tensó. Fue como entrar en trance o haber caído presa de un sueño soporífero de una tarde calurosa y sin aire acondicionado. No recuerdo el momento exacto en que me levanté de la sala y fui al depósito a sacar la maleta vacía y empolvada. Solo recuerdo haber pensado que una maleta es, por lo general, un motivo de alegría para la gente. Un cambio de aire, un viaje, unas vacaciones. Y se necesita una estrategia milimétrica para escoger paciente y concienzudamente lo mejor que tienes en tu closet y guardarlo con cuidado en ese pequeño cajón con ruedas que llevarás contigo a miles de kilómetros de tu casa, de tu mundo. De tu burbuja. No olvides llevar tu ropa de baño por si te provoca meterte al mar. Ah, y mete la casaca gruesa que en la noche hace mucho frío. Quieres lucir tu mejor ropa pero sin que parezca que has tomado demasiado tiempo en elegirla. Hay que verse natural después de todo.
Esta vez la maleta era un féretro que se rehusaba a recibir a mi difunta relación. No podía hacerlo solo. Llamé a C y le pedí que me ayudara. 5 minutos después estaba yo, sentado en la esquina de la cama mirándolo sacar cada prenda que tenía y guardarla con extraordinaria velocidad, sin importar el orden. Quería decirle que tuviera más cuidado, que esa camisa había costado más de un mes de sueldo pero adentro mío sabía que no importaba realmente. Sólo era necesario salir pronto y por última vez de aquel lugar.
C manejó hasta mi casa, estacionó y abrió la maletera. Sacó la pesada maleta y la metió en el ascensor. Con todo el alboroto se me había olvidado llamar a mis papás a avisarles que volvía. C subió a su carro y se fue. Apreté el botón del ascensor y subió hasta el tercer piso. Abrí la puerta y vi el interminable pasillo delante de mí. Sólo atiné a bajar la cabeza mientras oía el sordo rumor de las rueditas de la maleta contra el piso de madera de la casa. Al fondo del pasillo estaba mi vieja parada, esperándome. Me miraba entre asombrada y contenta porque volvía. Yo no quería mirarla, no podía mirarla. Sólo recuerdo cómo me abrazaba mientras secaba mis lágrimas con sus besos.
Han pasado muchos años desde aquella escena final. Pero cada vez que escucho el sordo rumor de las rueditas de una maleta contra el piso, a lo lejos escucho la música de un cortejo fúnebre que avanza por un pasillo largo buscando quizás a otro hombre que no puede evitar la abrumadora necesidad de refugiarse como un niño en los brazos de su madre. Y llorar.
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Texto agregado el 19-09-2008, y leído por 248
visitantes. (5 votos)
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Lectores Opinan |
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13-10-2008 |
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y me hizo acordar a Sin saber qué decir, del amigo Andrés Calamaro sduv31 |
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13-10-2008 |
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me alegra haber empezado la mañana con esto. tu cuento tiene dos cosas que suelen faltarle a los cuentos malos. primero: que focalizas un momento. dijo bryce: el escritor debe confundir una caída en bicicleta con el fin del mundo. de eso se trata. un mal escritor hablaría del fin de toda la relación con las típicas escenas asquerosas. tú, en cambio escoges sólo la escena de la maleta y eso te permite atacar con todo lo que tienes. y segundo: que la gente usualmente (gracias a las novelas de tv y la mala literatura) cree que las imagenes y sonidos q a uno le dan pena son las flores muertas, el llanto de la gente o las baladas de la radio, cuando en realidad lo que verdaderamente nos destruye son aquellos ruidos cotidianos q de pronto cambia de significado. el sonido de una sola taza de café contra el plato, el correr de una ventana oxidada, el sonido de las rueditas de la maleta arrastrándose por el pasillo sduv31 |
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21-09-2008 |
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¡Los hombres también lloran!!
Me gustó,sencillo y conmovedor . pantera1 |
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19-09-2008 |
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Me gustó tu cuento. Escritura sobria y directa en una historia que nos deja un sabor amargo de hastío y soledad. Felicidaes y mis 5* rolox37 |
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19-09-2008 |
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prefiero escenas de sexo benevolas |
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