Dejó un rastro rojo oscuro casi perfecto en su rodar por el blanco suelo. Una primera gran mancha seguida intermitentemente de otras cada vez más pequeñas hasta donde se paró, quedando rodeada de un pequeño círculo nacido del líquido que resbalaba de su superficie, circunferencia también purpúrea como las huellas de su rodar. Una mano la levantó decidida del suelo y otra la limpio de sangre y huellas, la acercó al agujero y sin miramiento alguno la dejó caer; aquello, en vez de mortificarla, la tranquilizó otra vez estaba con sus compañeras, sí, tal vez demasiado apretadas y sin espacio para moverse pero mejor eso que correr obligada por el tapete verde a base de golpes... Una gota volvió a estremecerla, había caído sobre ella y se deslizaba por su superficie, aunque no podía ver adivinaba lo que estaba pasando, la sangre fluía de la cabeza que ella contra su voluntad había roto e iba dejando un rastro rojo continuo hasta uno de los agujero de la mesa de billar y atravesando el mismo recorrido por la maquinaria que ella, caía inmisericorde sobre su lisa superficie recordándole su involuntario crimen.