Te mueres y nos dejas, con vacíos y penas. Mientras tu descansas, aquí nos enteramos de tus aventuras y deslices, y tu poco aprecio por que te llamemos “papá”.
Mi madre te llora, mi hermana te extraña. Y yo comienzo a odiarte por dejarme antes que tuviera la madurez suficiente para encararte.
Fuiste gran artista, amigo y confidente. Pero como esposo y como padre… fuiste un gran cantante.
¡Te odio viejo! ¡Viejo de mierda! Ya no visito ni lloro en tu tumba. Eso se lo dejo a tus amantes y a las palabras que alguna vez soltaste. Diciendo que no nos harías falta. ¿A que monstruo se le ocurre decir eso?
Sufrí por no tenerte, lloré por mi culpabilidad, pero ¿sabes?, creo que todo es mejor como está.
Cada una progresa, pero no creo que te importe. Solo te incumbía tu dicha, las apariencias y criar a tus hijas cada 15 días tratando que fueran perfectas. Pero nuestros logros no son merito tuyo. Mi vieja trabaja, mi hermana casi es busca-tesoros, y yo soy una seudo literata que ahora escribe en honor tuyo.
¡Te odio!
Te odio…y te quiero, pero entre el amor y el rencor prefiero el aborrecerte, ya que no hay salida más fácil para no recordarte.
Quizás me parezca a tus ansias anárquicas y sentido de libertad. Quizás comparta el embobamiento por las letras y la afición por escuchar. Soy tu hija y tu sangre es mi peso. Y eso mismo me hace odiarme [odiarte] por ser la huacha de este vil engendro.