Cuando nació se detuvo el tiempo, al menos me pareció, era tan blanca su piel que me sorprendió, sus manitos volaban, como queriendo atrapar el nido tibio que abandonó, su llanto fue una armoniosa melodía a mis oídos. El medico se lo entregó a la enfermera, diciendo: ¡Es un hermoso varón!. Desde ahí, todo ocurrió tan rápido que conocerlo, acariciarlo y amamantarlo fue todo una sola emoción.
Era un ángel de luz, mirarlo me estremeció. Ahí estaban, su abuela, hermanos, tíos y sobrinos aguardando poderlo ver. Un mudo silencio envolvió el ambiente; mis ojos buscaban en aquellos testigos confirmación, nadie decía nada, era una mutua afinidad, hasta que al fin, su hermana Alejandra rompió el silencio y tras un ahogado suspiro, una lágrima rodó.
- Mamá, ¡¡que maravilloso bebé!! Y es mi hermano... es que no lo puedo creer...
- Es un ángel, irradia un brillo especial... dijo su tía, que lo vio nacer.
Se confirmaba mi apreciación, no eran solo mis ojos de madre, era realmente hermoso y sobre todo, mirarlo producía fascinación.
Hoy tiene cinco años, es todo un conquistador; si alguien osa no mirarlo, de cualquier modo se hace notar. Habla como un docto, atrae como el imán, no acepta un NO por respuesta sin una buena explicación, su piel sigue tan blanca y sus ojos refulgen afecto incondicional, amigo de los padres de sus amigos, sin considerar la edad. Tenemos una enigmática conexión, sin yo formular preguntas me da la contestación, sabe lo que estoy pensando, intuye mi preocupación. Un día viajando los dos en bus absorta en mis pensamientos, intentando dilucidar una situación separando la razón del corazón, escuche su voz cristalina diciendo de sopetón...
- Mamá, ves aquel letrero?
- Si hijo, lo veo
- ahí dice, genera tus caminos...
¡Era la respuesta que necesitaba!, lo extraño es que en el letrero solo había una marca de un conocido jeans y él aun no sabe leer.
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