Tiendo al desencanto, al desencadenamiento
-hechos y lugares separados-
mientras las llamas me comen las entrañas
y los rayos parten mi mente
-lazo dorado sobre mi lengua-.
El brazo continúa en su tender,
hacia el vacío navega
-sin remos y sin motor,
sin guía y sin brújula-
y no quiere la soledad del mar
-caminar deambulatorio-
y no quiere el infinito frío
-el que todo lo traga sin preguntar-
y por no querer ni a él se quiere
-el brazo que navega-.
Solo el viento lo hace marchar
-única materia palpable de que existe-,
y arrastra junto a él mucho más
-el todo negado, el todo engullido-:
el brazo tira de toda yo
-¿¡un punto en el cosmos!?-.
Texto agregado el 05-04-2003, y leído por 253
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