Estaba en mi escritorio, el alba se engullía la noche, provocando los gemidos de las almas en pena, me inspiraban, me alumbraban, me invitaban a estar con ellas, su sonido era seductor, hipnotizaba, carcomía y menguaba, de no ser por el amargo sabor a alcohol en mi boca, seguiría hasta el balcón a esa alma, acompañarla en su vuelo desde mi tercer piso hacia su libertad.

La Guitarra, herencia de mi madre, solo sonaba bien afinándola en Do Menor, tenía ganas de tocar esa noche, era como si alguien me alentara a hacerlo, sentía sus manos cuando mis dedos tocaban las clavijas, guiaba mi andar, guiaba mi deseo de tocar. Finalmente la afine, y recordé una melodía, esa melodía que cantaba mi madre cuando niño, también recordé los acordes que cantaba con mi mujer, me deje embriagar por su delicioso sonido, a ver si recuerdo la letra de su canción:

(Dejando el vaso con su brebaje embriagador, empezó a tocar esa vieja tonada, una lagrima cayo por los relieves de su rostro, mientras que con voz quebrada comenzó a cantar)

Amor insértate a los versos de mi lección,
cuando escuches la palabra del adiós,
la luna perdida está,
su luz se adentra en Do Menor.

Do Menor,
melodía del adiós,
alimenta mi esperanza
del rencuentro contigo, amor.

Nubes de alfombra verde,
te elevan a mi sitial.
Hadas del Norte
danzan, gritan por tu
despertar.

Do Menor,
melodía del adiós,
alimenta mi esperanza
del rencuentro contigo, amor.

El escape, amor, solo podrá ser,
esta noche, este lugar,
acompañándome en mi cama
en mis sabanas, tus sabanas,
tu vuelo hacia mi…

Do Menor,
melodía del adiós,
alimenta mi esperanza
del rencuentro contigo, amor.

En ese momento, la última cuerda tocaba el final de la tonada en Do Menor, llevando a su creador a las manos de su musa inspiradora cerrando el ciclo de unión eterno, con un exhalo de vida al paraíso…