Fue una guerra dura Curi Atao y tú, fuiste el mejor, mataste a más enemigos que cualquiera y gracias a tus estrategias hicieron añicos a las tropas rivales. Por eso le pediste al dios Huallallo, el protector de tu pueblo, te conceda el más ferviente de tus deseos: un hijo, un heredero de tu fuerza y valentía, alguien que sea el medio para perpetuar tu fama. Para tu dios sería un gesto insignificante, a comparación de lo que hiciste por él, expandiste su culto y adoración, llevaste su luz a extensos territorios.
Sabias que el no tener un hijo era tu culpa, tu defecto ¿de cuántas mujeres te habías desecho antes de convencerte?, de muchas, es cierto; pero ahora esto ya no tenía importancia, la situación cambiaría y tendrías un hijo, tu dios te lo debía. Tu alegría fue infinita cuando te enteraste que tu mujer de turno estaba embarazada, por fin tu dios había escuchado tus ruegos, y te daba la recompensa tan merecida. Sin embargo, no estabas preparado para lo que ocurrió, el recién nacido no resultó ser varón como esperabas, era una mujercita encantadora como un botón de flor apunto de abrirse. Te enfureciste, maldijiste tu suerte, y enfrentaste a tu dios, porqué, porqué me castigas, le preguntaste; y Huallallo te respondió con esa voz semejante a un ladrido mortal, te di mi propia semilla y tú insignificante y vil mortal la despreciaste, ibas a tener una prole imperecedera, gallarda fundadora de imperios y conquistadora de naciones; pero ahora dependerá de ti que esto no suceda, de lo contrario desapareceré tu nombre de la memoria de los hombres y el rastro de tu pueblo será borrado para siempre.
Era una cruel condena, lo sabías y también sabías que la merecías, por tu tozudez y miopía, por esa visión simple y estúpida que siempre usabas para facilitarte la vida; pero que limitaba tu inteligencia y perspectiva. Habías reservado toda tu imaginación y destreza para la guerra y habías limitado conscientemente esas cualidades en las otras facetas de tu existencia. Ahora era demasiado tarde para corregirlo, estabas sumergido en una espiral que te llevaría directamente a tu siniestro final.
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