Puedo verla, acurrucado desde mi sofá, mientras ejecuta mecánicamente esa rutina diaria para ir al trabajo; cepillar su cabello seis veces de un lado y seis del otro; formar esos rizos sobre la frente que tanto me fascinan; pintar sus labios de un tenue color rojo y regalar una graciosa mueca a la imagen suya en el espejo.
Sentía que toda esa faena de embellecimiento era para mí.
Sólo que esa indiferencia de Julieta atormentaba mi espíritu y hasta dudaba de ese amor muchas veces demostrado. Extrañaba esas miradas de soslayo mientras probaba en su cuerpo delicado una blusa blanca de encajes y una falda gris a media pierna; clásica pero con estilo aún para esa edad suya todavía juvenil, pensé.
Le digo que me encanta esa presencia y ese porte, que la adoro pero no parece escucharme. Me acerco y tierna muy tiernamente beso sus pantorrillas pero concentrada, no decide si falda gris o negra. Y ella también, muy tiernamente pero con indiferencia me aparta de su lado.
Pienso en esa rara forma de amar de Julieta, que absorta, sentada al borde de la cama, ata la correa de uno de sus zapatos de tacón blanco a la altura del tobillo. Poniéndose de pie, alisa su falda con ambas manos y dándose su propio visto bueno, mira la hora.
Algo adentro de mis ojos quiere salir y todavía no sé si pueda llorar.
La llamo desde mi rincón. Sonríe. Su sonrisa siempre ha sido el mejor regalo que puede darme y creo que ella lo sabe. Toma su bolso reluciente como la nieve y poniendo la cargadera en su hombro derecho se dirige hacia la puerta. Llama a su madre y le pide que no se olvide de mi cita con el peluquero. Veo como se abstiene de cerrar la puerta a último momento y regresándose besa mi cabeza no una sino dos, tres y cuatro veces declarándome su amor incondicional. Yo también beso sus mejillas rosadas y le digo que también la amo, que sin ella no puedo vivir. Respiro tranquilo, pues hacia rato necesitaba de esas palabras y esos gestos.
Sólo veo su cabello ondear al cerrar la puerta y yo, tranquilo, satisfecho, bebo la leche de mi plato y relamo mis bigotes mientras ronroneo larga y suavemente.