MENTIRAS
Por enésima vez se acomodó el pelo con la mano. Disimuladamente se arregló el nudo de la corbata. Tomó su copa y mojó sus labios en con el excelente champan que le habían ofrecido. Estaba nervioso pero lo ocultaba, quería que su imagen impactara. A los 50 años, sin dudas, se encontraba en el momento más importante de su vida política. Ese premio, que en instantes recibiría, era su pasaporte a la carrera para llegar a la presidencia.
Que el mundo entero lo reconociese como uno de los más importantes luchadores en contra de la pobreza lo hacía poseedor de un arma invencible.
Recordó lo que esa mañana le había dicho su mujer al enterarse: - Pero como, ¿qué has hecho tú por los pobres?
- Esto es política, la verdad poco importa- le había replicado muy seguro. Enseguida supo que a ella no le había gustado su respuesta. Algo podría llegar a cambiar en su relación pero ya era tarde para volver atrás; además, las cosas que lo esperaban eran infinitamente más importantes que margarita. - Tú te lo pierdes- había murmurado cundo ella se retiraba sin decir una palabra.
El momento al fin llegó. Los parlantes lo nombraban como el nuevo dueño de uno de los premios más codiciados. Se levantó de su mesa antes de que terminasen de nombrarlo. La sala, blanca, con varios cuadros renacentistas de extraordinarias dimensiones, albergaba a casi medio centenar de personas. Todos sentados alrededor de mesas redondas, ocupadas por aproximadamente 10 personas cada una. En el fondo, hacia donde todos dirigían las miradas, se encontraba un escenario sencillo pero que la iluminación lo hacía mas impactante. En él, una simpática pareja que sostenía un premio lo miraban fijo mientras se acercaba. Seriamente caminó los doce pasos que lo separaban del escenario. Sobrio, tomó el premio, se colocó en el atril y se dispuso a hablar: -Muchos se preguntarán porque no estoy alegre en este momento tan especial, si estoy recibiendo un premio, no un insulto. Y la respuesta es simple: Mientras hoy nosotros festejamos aquí, detrás de esa puerta hay alguien que no tiene que comer- los ojos se le llenaron de lágrimas y quebró la voz, desde joven había sido buen actor, continuó- por eso yo creo que la mejor forma de festejar es- hizo una pausa, escuchó el absoluto silencio de la sala subió el tono de su voz- es, ¡que todos juntos peleemos contra este flagelo que es la pobreza! ¡Gracias!-.
La magnitud de los aplausos parecía que iban a derrumbar las paredes de la sala. Él, bajó de la misma forma que había subido y se retiró en silencio. Inmediatamente salió de la sala y atendió en la calle a todos los periodistas, uno por uno. Luego se subió a un auto que lo esperaba y se alejó.
El conductor del auto, un hombre morocho con algunas canas, de no más de 45 años, dijo entusiasmado: - ¡Bien Marcelo! Con esto ya tenemos un pié en la presidencia. La verdad es que me conmoviste hasta a mí.
- ¿Para tanto Julio? Y yo que siempre me sentí un actor frustrado- contesto riendo el político, mientras limpiaba sus Rain Ban negros.
-Bueno, ahora a festejar- susurró entre risas Julio.
- No, hoy no, llevame a casa. Después de lo que dije no sería bueno que algún Paparazzi me escrache por ahí festejando.
- Mirá que tengo compañía esperando- insistió el conductor.
-No, llevame a casa que estoy cansado. Además, espero recibir muchos llamados de gente que no le gusta esperar.
Sin decir nada más Julio asintió con una sonrisa cómplice y se dirigió a la casa de su futuro compañero de fórmula. Sabía que ya tendrían tiempo y motivos para festejar.
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