Dicen que muchas veces no aceptamos lo que vemos o sentimos y preferimos vivir en el engaño que afrontar una realidad.
Fue una tarde lluviosa, ella lucia nerviosa muy nerviosa, trato de disimularlo, pero se notaba su inquietud, así empezó el relato un gran amigo mío.
Se bajo del coche, ni siquiera volteo a verme, ahí ya no fue duda sino seguridad que algo estaba mal.
Di la vuelta despacio al parque dando tiempo, pensando que eran mis temores infundados.
Pero no, mis temores fueron ciertos totalmente, ni siquiera le note el temor de ser descubierta, caminaba abrazada por una hombre joven, ella se veía feliz.
No sabría explicar los sentimientos que eso me provoco, ¿celos? No creo que no, la cara de felicidad de ella, demostraba que se sentía bien.
¿Coraje? Un poco si claro que si, no tenia necesidad de hacer eso, una breve platica hubiera evitado que ese acto se convirtiera en sucio, en traición en engaño.
Camine unos minutos sin rumbo fijo, pensé en reclamarle, pero…¿ valía la pena? Pensé que no, definitivamente no, pues no era una niña que no supiera lo que hacia, la tarde era fría o tal vez sería mi estado de animo el frío.
Salí a la carretera, sonreí con cierta amargura, no podía decir que nadie me lo había advertido. Ella es muy joven, tarde o temprano encontrara alguien mas joven y guapo esas palabras golpeaban tercas mi mente, una mente vacía totalmente vacía.
Tome mi celular marque un número que jure jamás volver a marcar, pero ahora lo hice, son remordimientos, sin molestias, lo necesitaba.
¿Bueno? Se escucho en mi celular, la platica fue rápida breve, objetiva, ella quería verme, me esperaba.
Enfile hacia el café, sería rápido el viaje, para mi suerte…¿suerte?
Poco antes de llegar hice mas aún el ridículo, le marque varias veces a … no contestaba, cuando al fin contestó, me dio una excusa pésima y aún después de eso se molestó conmigo, esto me provoco una sonrisa o tal vez amarga mueca, cerré de golpe el celular, baje del coche, ella salió a recibirme, sonreía, se veía feliz, esa sonrisa me recordó otra que pocos minutos antes me produjera dolor, ahora esa sonrisa me regreso una cierta tranquilidad y entonces comprendí que no debería estar triste, pues no perdí nada, pues nada tenía.
Entramos al café y quien sabe que pasaría después, pero ya que importaba, al menos estaba con alguien que jamás me cambiaria.
Yo tome del hombro a mi amigo, trate de consolarlo, pero no estaba sufriendo sino que reía, entonces yo también sonreí, pues juro que me sentí menos viejo y la tarde dejo de ser gris.
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