Que fue un tremendo exabrupto, lo fue. Que ese lenguaje jamás debiera imperar en la boca de un primer mandatario, está claro que no. Que esto confirma que existen países bananeros que de vez en cuando, eligen presidentes de estilo bananero, es verdad. Que está vedado para la diplomacia hablar con las vísceras y sí con el buen lenguaje, está claro.
Pero, no debemos negar que el Presidente Chávez, al mandar al diablo al omnipotente Estados Unidos, nos recordó al trabajador que echa pestes contra su jefe y que se ha juramentado ponerlo en su lugar el mismo día en que se gane el Loto; por un instante, reivindicó al débil que aguanta los coscachos del abusador, del pariente menesteroso que debe soportar las humillaciones del más pudiente. Y así como éstos arrastran día a día su amargura, Chávez, que será irreflexivo, visceral y acaso un poquitín paranoico, les regaló estas encendidas frases para que se relamieran las heridas y quedaran con un gustito a revancha.
¿Para qué negarlo? A todos nos molestan los soberbios y que otro soberbio, que acaso lo es porque chapotea en un enorme charco de petróleo, le ponga las peras a cuatro al cuasi dueño del rancho, estoy seguro que a muchos los dejó con una sensación de plenitud en el alma…
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