Asumir la soledad de quien habla con el corazón más a menudo que con la cabeza. Asumir la locura de arriesgarlo todo por una idea que incluya a los hombres y a los ojos que en mis ojos se reflejan.
Yo era un verdadero tonto, tarde mucho tiempo en contar lo que hoy revelé. Se dio así, me salió el recuerdo. Recuerdo de ese día que cambió todo. Pasó hace 20 años. Tengo 34. Yo era un idiota más y más idiota que ahora y veía pasar el tren como quien ve pasar la vida. Ese día arrojaron del tren lo que para los viajantes era un ladrón. Yo, lo que vi caer a las vías fue un niño, con apenas12 años, flaquito y de tez marrón. Cayó donde venía otro tren. Lo vi y salte a las vías. Nunca fui audaz y mucho menos valiente, de hecho, de niño, al divorciarse mis padres, mi madre me golpeaba mucho y escape de ella, de su casa y caí en lo de mi padre (un fascista que golpeaba más duro aún y me fui de allí también).
Yo siempre estaba huyendo pero, ese día algo llamó desde dentro de mí. El sonido decía basta creo.
Así que yo era más bien frágil o miedoso. Pero había allí un niño que me recordaba algo que había olvidado yo a golpes, algo muy simple pero muy valioso. Me importa poco que me crean o no, porque no me cambia lo que viví. Mis piernas me llevaron rápido y salte a las vías y ni bien lo saque a un costado, el viento del tren me susurraba lo cerca que estuvimos de irnos ambos.
El muchacho me miró. Yo juro que no sabía entonces nada de nada, no entendía de política ni de amor ni de nada. Pero a verlo, el niño tenía rota una pierna y su hueso le salía atravesando su carne y su pantalón. Entonces todo lo que me era incomprensible se me esfumó al oírlo decir: -Ohh… mi pantalón es el único que tengo, lo rompí, mi mama- decía llorando. Mi mamá trabaja de mucama y le costó compáremelo, le costó mucho…ohhh no.
Y ahí estaba, el dolor verdadero lo vi dentro de sus sinceros ojos tragándonos. No necesité leer nada, ya entendía todo, la verdad me hablaba a gritos, el estaba roto como yo y lo que más le dolía era defraudar a su madre, la vergüenza de que sepa que intentó robar. El muchacho en mis brazos era la síntesis de un mundo demasiado incorrecto y la culpa que sentía y que debía ser rabia era un insulto más de la educación que nos mal educa.
Era claro que nacimos para perder para hacer ganar a otros, era claro todo. Cualquier libro valía poco al lado de esos ojos, nadie podrá jamás escribir una verdad más grande que nuestras heridas miradas de “huérfanos”, de herederos del dolor. Ya estaba claro todo.
Hace poco, enterraron a ese chico con un tiro en la espalda, el tiro se lo dieron ahora pero la vida se la habían quitado mucho antes de nacer. No sé que signifique para los demás la amistad, para mi es un río de lágrimas y de sangre.
No estoy para que me jodan con qué muertos deben doler más si son víctimas de la extensa lista que la codicia genera.
Soy simplemente un hombre, como cualquiera que tenga el corazón en su lugar y que ama a su gente tengo y cuido mis sueños aún sin demasiada esperanza de realizarlos. Le debo algo a ese muchacho, algo que no supe darle. Una oportunidad que la sociedad le negó.
Yo nunca me olvido muchacho, nunca olvido a mis hermanos. Y eso que tembló en tus ojos hoy tiembla en los míos.
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