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Inicio / Cuenteros Locales / el_reto_ganadores / RETO 12 PROSA 1000 PALABRAS: Ganadores: logan5 y yomismosoy

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LUNA LLENA
logan5

La distancia, tan cruel con nosotros quedó atrás. Aterricé ayer en Boeing con un contrabando de sueños.
La llamé, ella estaba eufórica y no paraba de hablar, nos encontramos, compartimos todo el día y en la noche bailamos en “Hell Dance”
Sentí su cuerpo, su aroma, el deseo en las miradas y unas horas después, estamos en el ascensor hacia nuestra suite. Las mariposas en mi estómago aletean aprisa. Ella me dedica sonrisas pero no puede ocultar su nerviosismo.
Abro la suite, enciendo las luces y ella pasa.

Penélope observa la sala girando sobre sí misma. Mira las luces del techo, el bar, la terraza y... el dormitorio.

Por el inmenso ventanal se ven como sombras las montañas lejanas con lucecitas que titilan.
Me acerco a ella. Sonríe pero la noto tensa.
Empezamos a besarnos pero al menor roce se sobresalta.
Algo no está bien.
- ¿Te sientes bien Penélope, estás a gusto?
– ¡Sí... esteeee... No...! ¡Ay, perdóname pero no puedo...!

Una lágrima le asoma. Se aparta.

Miro a ninguna parte mientras intento razonar lo que está pasando.
– ¿Quieres explicarme que era “todo aquello” en la discoteca? Me dijiste que te abrace fuerte que eras mía...
– Sé lo que dije pero es que yo nunca estuve con otro hombre que no fuera mi marido y me siento mal. Te deseo pero me “bloqueo”. ¿Podrías entenderme?
- ¡Ahhhhh, siempre tu “ex”; Ahora si te entendí! ¿Entonces qué hacemos? Ya sé... ¡Llámalo, que venga a darse la fiesta contigo! La suite está paga, recojo mis cosas y te dejo tranquila.
– ¡Por favor Iván, deja ese teléfono, no lo necesito.

Me voy a la terraza a ver la luna que asoma entre las montañas.
Ella se acerca y me dice algo... yo no la escucho. La dejo sola; voy a la nevera a buscar un refresco. Saco una botella de agua tónica y un limón... Ella llega.

- ¿Podemos hablar? – Insiste Penélope.
- ¿Y de qué se supone que hablaremos... de tu “bloqueo”? Yo no soy psicólogo, perderíamos el tiempo. Mira... es tarde, mejor “vamos a dormir”.

Me observa como una oveja que ve pasar al lobo.
– No te preocupes, yo dormiré en el sofá.
- ¿No vas a convidarme de tu refresco? – Dice para aliviar la tensión.
- ¡¿Qué?! ... ¡Ah, claro... aquí tienes! - Se lo dejo sobre la mesa y me voy al sofá.
Ella apaga la luz, se desviste en lo oscuro y se acuesta.
– Debajo de las almohadas está mi pijama, puedes usarla – Le digo desde el sofá.
En la penumbra noto que se la está poniendo.

- ¿Estás dormido? – Pregunta un par de minutos más tarde.
– ¡Si!
– Deberíamos hablar – Insiste.
- ¡De acuerdo, escribe a mi correo, mañana lo leeré!
- ¿Estás enojado?
– Pero bueno... ¿Es que no me vas a dejar dormir?
- ¡Sí, estás enojado!
- Ni yo se como estoy, dudo que tú lo sepas. Lo único que sé es que te amo. Aunque parezcas una escoba.
- ¿Cómo que parezco una escoba?
– Flaca y rubia... una escoba.
– No volveré a hablarte más nunca... no señor.
Silencio por un rato.
- ¿Sabes? Ahora se que eres “confiable.” Me siento bien contigo, quiero decir que sé que estoy a salvo, protegida.
No le respondo.
Pocos segundos después...
- ¡Ay! No quise decirte nada antes pero me parece que tengo un esguince en el tobillo, me duele mucho.
- ¡¿Qué?!
– Sí, en la discoteca...
Me dirijo a la lámpara que está sobre la mesita de noche y la enciendo.
- ¡Muéstrame! ¿Cuál tobillo te duele?
- ¡Ay, es el derecho! Si me hicieras un “masajito”, eso me aliviaría.
– Pero si te torciste el tobillo un masaje no te haría bien. Mejor traigo hielo y mañana veremos un traumatólogo.
- ¡No, hielo no! Mira, mejor me sostienes hasta que me duerma.
- ¿Quieres que sostenga tu tobillo hasta que te duermas?
Pero bueno Dios mío... ¿Qué me estas “cobrando” al mandarme a esta mujer?
– Mi tobillo no... a mí.
Me tumba sobre las almohadas y se acomoda abrazada de mí con su cabeza en mi pecho.
Alza su rostro y me mira - ¿No vas a abrazarme?
- ¡Shhhhhhh, duérmete ya!
Quince segundos después...
– Mejor apagamos la luz – Dice Penélope.

Se estira sobre mí y apoya uno de sus senos en mi cara.
Por supuesto que accidentalmente... pero tiene sus efectos en mis hormonas de INMEDIATO.
Continúa su “viaje” hasta la lámpara, ahora la zona cerca de mi cara huele a “desodorante íntimo”.
- Mejor la dejo encendida... – Dice y me abraza otra vez.
- ¡Ok, Buenas noches!
- ¡Ni te atrevas a dormirte, yo no tengo sueño!
- ¡Qué karma Señor pero no es que tú...!
– ¡Ay, mira al ventanal! – Interrumpe, señalando con la mirada.
Miro y veo la luna enorme, como si estuviera cayendo a la Tierra.
– Qué noche tan romántica... ¿verdad? - Dice apretando su cuerpo al mío - ¿Y si ponemos música y bailamos?
– ¡Ni sueñes, en mi jaula ya no caben más conejos!
- ¿Qué? ¿Cuáles conejos? – Pregunta despistada.
– Por lo que veo tú no sabes lo que es la “conejera”.
- ¿Qué es eso?
– Es cuando mi conteo de espermatozoides está por las nubes . A propósito, ¿qué pasó con tu esguince?
– Nunca vi una luna tan grande ¿y tú? - Responde con cara de “yo no fui”
- ¡Hmmmmm…Tampoco! Esteeeem... Me parece que esa luna ya me está afectando.
- ¿Ah sí? ¿Cómo te afecta? - Pregunta con ojos de pícara y sonriendo.
– Cuando hay luna llena me convierto en loboooooo... - Explico con los ojos agrandados y las manos en garras...
- ¡Tranquilo...! Cuando te hayas convertido, yo te pondré la correa y te sacaré a pasear.
– ¡Maravilloso, pero se supone que deberías estar asustada!
- ¡Ay, ya se te ve otro “colmillooooo”! - Dice cubriéndose la cara con las manos.

No está viendo mi cara... es mucho más abajo.
Levanto su carita desde el mentón...
- Creo que empezaré por comerte la lengua.
- ¿...Y me la vas a comer ya? - Dice, con los puñitos cerrados contra sus mejillas y la carita fingiendo susto tras la sonrisa.

Me arrojo sobre ella, sus manos tratan de neutralizar las mías.
- ¡Ayyyyyyy, salvaje... eres un salvaje!
Ríe y grita... forcejeamos y en la lucha uno de sus senos se sale de la pijama.
Me quedo viendo su pezón rosado y erguido. Su respiración agitada por la lucha hace que se agrande, sube y baja su pecho, miro sus ojos. Ella mira su seno, luego su mirada asciende hasta encontrarse con la mía.
- ¡Bésame! - Susurra

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EL APRENDIZ DE CHEFF
yomismosoy

Con puntualidad inglesa, justo a las diez menos treinta, irrumpes en la cocina inundándola con tu figura imponente. Ataviada con tu impecable bata blanca pareces un espíritu angelical que flota por los pasillos mientras repartes órdenes que parecen caricias viajando sobre la suavidad de tu voz. Todos te respetan, algunos incluso te temen, pero yo saboreo el momento embriagándome de la dicha de tenerte cerca, dando gracias a Dios por que eres tú y estás aquí conmigo. Bendiciendo tú presencia, quizá la más relevante razón por la que me levanto cada mañana.

Me invade la alegría cuando mencionas mi nombre, halas suavemente la manga de mi traje y me arrastras contigo, pidiéndome que me mantenga a tu sombra para que pueda aprender de tu inigualable técnica. Mientras pasas frente a mí percibo el olor a mostaza dulce adherido a tu piel. Casi puedo morderlo, casi puedo sentirlo inundando mis papilas y salpicando el ambiente. Lo degusto, lo dejo macerar en mi boca y lo convierto en sabor, para luego permitirle deslizarse por mi garganta, sedienta de ti desde hace mucho tiempo.

Segundos después estamos frente a frente, en ambas caras del inmenso mesón blanco, a escasos centímetros de un abrazo. Tus ojos castaños inspeccionan mis manos con detenimiento… tiemblo. Mis ojos embelesados disfrutan acurrucándose en tus manos perfectas, en tus uñas de niña inocente, cortas y carentes de pintura pero cargadas de magia.

Con una extraña mezcla de suavidad y precisión tomas una lechuga para desarmarla. Mientras lo haces, te detallo en cámara lenta desnudando las hojas y veo caer gotas de agua que finalmente estallan sobre la tabla. Te deshaces de las partes marchitas para dar paso a un hermoso y vivo color verde que comienza a germinar entre tus dedos.

Me contagio de tu arte, y sin que me lo pidas comienzo a desvestir una inmensa zanahoria. Torpe, apresurado, arranco trozos de su piel naranja y raspo con el cuchillo los pliegues de la superficie. El filo del metal penetra en su carne sin resistencia alguna y algunos tajos jugosos se esparcen desordenados. Allí te involucras, y en silencio pones tu mano sobre las mías, tomando el control mientras domas mis cuchilladas para convertirlas en un placentero recorrido sobre la superficie, que se despoja sutilmente de la cáscara delgada. Mis músculos se tensan, se endurecen casi dolorosamente en lo que percibo como una erección total del cuerpo. El alma de mis ojos se cierra sin que lo notes, y me entrego al contacto contigo, tratando de eternizar ese pequeño instante que culmina con el susurro de tu sonrisa mientras instruyes con cariño a este cuerpo vacío… Porque tu roce me ha hervido el alma, que evaporada asciende hasta tu frente, para mezclarse con tu sudor y deslizarse piel abajo hasta tus más secretos espacios.

Minúsculas gotas de mí se enredan en tu cabello de ángel, espeso y dulce, y se pasean por los rizos traviesos que escapan de tu bandana. Otras tantas se agolpan en tus cejas, desde donde resbalan bordeando los párpados poblados de enormes pestañas que protegen esos ojos tuyos, castaños como almendras tostadas. De cerca puedo notar como derraman miradas de leche tibia que me abrazan desde adentro.

Me dejo correr por tus mejillas redondeadas, sembradas de vellos minúsculos y transparentes como piel de durazno, voy bajando rápidamente bordeando tu nariz pequeña, y trato de asirme a tus poros para frenarme de repente justo en el límite de tus labios… Ni siquiera convertido en gota me atrevo a tocarlos, pero los miro de cerca, esponjosos y suaves, semejando bollos de pan recién horneado. Tus exhalaciones llegan hasta mí y explotan en mi rostro como un cálido tornado que asoma en su centro un minúsculo espacio, desde donde se observa el rico relleno escondido en tu boca. Dientes perfectos y blancos como el azúcar, la lengua húmeda y rosada ofreciéndose como un trozo de lechoza tierna… ¡Cuanto quisiera saborear ese almíbar transparente que la cubre!, ¡cuanto deseo esparcir mi saliva en tus papilas en una mezcla de roces y contactos!.

La gravedad hace de las suyas y me obliga a despegarme de tu rostro, bajando por el cuello alargado que esconde ese olor a mostaza dulce que almaceno con gula, como queriendo guardarlo para toda la vida. Tú continúas en lo tuyo, ajena a mi recorrido, pendiente de mi cuerpo inerte que destaja en julianas un pimiento morrón.

Desciendo apresurado hasta tu pecho, valle sembrado de trigo que nace en tus hombros y se extiende claro y hermoso. En la oscuridad de la blusa adivino la redondez de tus senos, bailando cadenciosos al compás que marca tu mano mientras rebana un tomate con destreza. Tus pezones erguidos semejan los tallos recién nacidos de un fruto que apenas germina. Creo que mi humedad se incrementa, quisiera ser un mar para empaparlos y sentir como explotan sus sabores en mi boca, memorizando tus formas como imágenes adheridas a mi paladar.

El contoneo de tu cintura mientras bates la clara de un huevo me balancea y me arroja por el camino de vellos que lleva a tu vientre. Más allá de los botones de tu ropa, un minúsculo espacio de luz me permite ver como viertes aceite de oliva y dejas caer partículas de pimienta sobre un extraño aderezo de tu invención. Luego mezclas tus verduras y las mías, fundes tus tomates con mis pimientos, dejas que mi zanahoria se aloje en tu lechuga y permites que nuestras legumbres se entremezclen en una orgía de sabores que recorre todo el plato. Al final, un carnaval de vegetales exhaustos reposa sobre la fuente, recibiendo el líquido blanquecino y espeso que viertes sobre ellos inundándolos, fecundando sabores que afloran maravillosos, como un milagro de vida.

El plato presentado elegantemente anuncia el final de nuestro encuentro. Tu rostro simpático le regala una sonrisa al envase de mi alma, que responde autómata con un gesto amable. Limpias tus manos con una toalla húmeda, te despojas de la bata y abandonas el salón, dejando ver tus lindas caderas moviéndose con gracia. Mi cuerpo queda allí absorto, detallándote mientras te pierdes tras la puerta que se cierra. Pero yo, el verdadero, ese que se traslada adherido a tus poros, viajo acurrucado en tu ombligo esperando el momento perfecto para lanzarme vientre abajo, ansioso por disfrutar de ese abanico de sabores que imagino mágicos, escondidos en la espesura de tu sexo…

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Texto agregado el 14-09-2008, y leído por 219 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-09-2008 El aprendiz de cheff nos invita a saborear sus metáforas, tan bien logradas. Es como detenerse en cada bocado y en cada procedimiento, con la mayor conciencia posible, sin tiempos y permitiéndonos de este modo gozar del cuento ¿o de la vida, al leerlo? Un verdadero manjar. 5* Susana compromiso
17-09-2008 Leí Luna llena, me resulta delicioso haber podido hacerlo. Está repleto de sutilezas, humor y realismo. No sólo atrapa, también provoca una sonrisa cómplice y un placer enorme su lectura. 5* Susana compromiso
 
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