En el pequeño pueblo, a los pies de las montañas Nacar, si de belleza se trataba y encarnarla en alguien debiesen, todos coincidían en que Vesper era lo más cercano a la perfección carnal, hija de unos mercantes, frecuentemente recibía propuestas de Bilvannos provenientes de las más recónditas regiones del reino. Pero Vesper parecía desinteresada, su único gran pasatiempo era la demonología, adoraba leer los textos que habían pertenecido a su abuelo materno. Karelina, la madre de Vesper detestaba que su hija malgastara su tiempo leyendo aquellos libros, al casarse con Vaspión, la mujer se desentendió de su legado familiar, que no era menor, su padre era el legendario Tregeo Valmont uno de los demonólogos más importantes de todos los tiempos y quién se especializó en la eliminación de demonios mediante rezos, sin necesidad de usar las armas, Tregeo era capaz de incinerar en segundos y hasta volver cenizas a cualquier clase demoníaca.

Vesper tenía tan sólo quince años y sin que sus padres o sus dos hermanos mayores lo supieran, ya dominaba muchas de las habilidades que su abuelo había dejado registradas en su diario. Sin ir más lejos, la muchacha era experta invocando demonios, Medfred, su mejor amigo, una vez se perdió en el bosque azul y todos los pueblerinos salieron en su búsqueda, Vesper incluida, nadie lograba encontrarlo, y al caer la noche, una jauría de demonios Louprengger rodeó al joven justo cuando Vesper lo divisó, la muchacha sólo murmuró un par de frases y la decena de Louprenggers se agolparon a la joven tiernamente para que esta los acariciara como si fueran pequeños cachorros.

Vesper estaba aquel día mirando uno de los libros que no había hojeado jamás, cuanto Medfred le fue a contar lo que en la capital ocurría, El reino parecía caer nuevamente en las garras de los demonios, una fuerza maligna muy poderosa parecía poder controlarlos, y nadie más que la nieta de Valmont parecía tener las facultades necesarias para contrarrestar tal poder.

Esa misma tarde, Vesper suplicó al chofer de la familia que la llevara a la capital, si corrían rápido, llegarían al medio día del día siguiente. Talvez no sería tan tarde aún.