el sol parecía el mismo, el patio de tierra casi igual y en la galería que rodeaba la casa, sólo los troncos secos de las antiguas enredaderas seguían aún aferradas a las columnas
había hojas y polvo por el piso y algunas de las desvencijadas celosías se golpeaban, como quejándose, contra los rotos marcos de las ventanas; por alguno de los vidrios, sucios de tiempo y desgracia, apenas se podía divisar el interior; algunas sombras allá adentro, delataban una enorme mesa vacía y rastro de lo que fueron sillas Luís no se que; las telas de arañas todo lo tenían bajo su dominio, el dibujo de la escalera señorial, la central, aún se mantenía
los fantasmas hacía tiempo que se habían marchado, ni para ellos quedó lugar
había vuelto a la mansión, ahora un mastodonte apolillado, sólo un rosal con una rosa blanca, cerca del aljibe, se erguía; lozano se erguía!
como la resistencia mística del amor, se erguía, al paso de la muerte, el tiempo y el olvido
junto a el recibió el beso de despedida, hace cuarenta años atrás, en aquella noche fatídica de venganza y muerte en orgía
sólo él se salvo, ella también sufrió la ira de su misma familia
frente al rosal, en él, los recuerdos chocaron contra su corazón de piedra ni una lágrima soltó, ni una lágrima, menos una sonrisa melancólica
esa noche, dicen, cuando él ya se había ido, del rosal brotó sangre y en polvo se convirtió, el mismo polvo que le cubrió el parabrisa de su auto al cruzar las vías del ferrocarril y no vio el tren que lo arrasó
el amor no en vano había resistido
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