El siempre comenzar de nuevo en el mismo lugar es siempre un gran problema, por eso me alejé de la ciudad al lado del mar. Ahora vivo muy lejos de ella, es lo mejor.
Mi nueva casa está al pie de una montaña, está rodeada de un enorme bosque de pinos y es un lugar muy bueno para meditar. Ayer cuando salí a caminar pude darme cuenta del daño que hice y ante mi cólera, nada podía hacer ya, lo hecho, hecho está.
Cuando llegué a mi casa, y después de botar lo que quedaba del cigarrillo, me dirigí a la cocina para desayunar y prepararme para irme a trabajar al pueblo, unos treinta minutos en carro con dirección al sur.
Todo el día fue como siempre, sólo que esta vez tuvo un punto de creatividad, bueno, de alegría para mí pero de creatividad para ella. Juana es una amiga del trabajo y normalmente es algo seria, ni mis chistes la hacen reír, ni la fealdad del chiste. Pero aquel día estuvo de tan buen humor que me invitó a almorzar a un café a unas dos cuadras del trabajo. Me compartió muchas experiencias de su vida y una de ellas fue la que nos sacó de la normalidad del día a día: era lesbiana.
Nunca pensé que lo fuera, es muy femenina y su seriedad sólo podía demostrar algo de soledad pero nada de homosexualidad. Ahora bien, siendo hombre no puedo entrar en la mente de una mujer, lo sé, además, las mujeres son complicadas en sí mismas, pero una lesbiana, aún más. No lo podía creer. Me contó de un problema que tuvo con Micaela, otra amiga del trabajo. No podía darle ningún bueno consejo, por lo menos, no mientras estaba dentro de la catarata sorpresiva que me cayó.
"Mira, no sé por qué te lo conté, sólo necesitaba contárselo a alguien, y confío en ti, espero que quede entre nosotros" me dijo al ver mi estado, pude, conscientemente, decirle que no había problema pero que me dejara procesarlo, para darle un buen consejo.
Hoy la volveré a ver. Estoy camino al trabajo y no logro aún formar un buen comentario, puedo cometer el mismo error de hace años, no quiero terminar con más vidas. |