Temeroso observó como la sombra crecía y crecía como la noche que se cierne sobre la Tierra cuando toma el relevo del luminoso día. Se sentía como un zorro encogido sobre sí mismo en un rincón cuando los perros lo tienen acorralado a la espera del cazador, hasta sus oídos acobardados sentían los ladridos amenazantes y las estruendosas pisadas de su verdugo. Su mirada de presa acorralada buscaba desesperada una salida, algún resquicio en las tinieblas que le atenazaban y de repente se acordó, con la agilidad que da el miedo se lanzó al último cajón y sacó el arma, un revolver de segunda mano que había comprado cuando hubo una olada de robos en la zona, lo tomó con manos temblorosas y disparó...
Lo encontraron empapado en sangre aferrado al cadáver, cuando consiguieron separarlo de él vieron el agujero en la espalda. Tuvieron que sacarlo a rastras mientras gritaba su nombre como un loco desesperado, no quería separarse del cuerpo inerte, le golpearon en los dedos para que soltase la maleta y el marco de la puerta a los que se había agarrado para evitar que lo sacasen de la casa...
La luz invadía la habitación dolorosamente para sus ojos, se había arrinconado en una esquina de las paredes acolchadas mientras forcejeaba inútilmente para quitarse la camisa de fuerza. La sombra de la soledad había desaparecido para dejar paso a la niebla de la locura.