El equipo multidisciplinar de científicos que gestionaba el LHC del CERN de Ginebra acababa de ultimar los últimos detalles antes de proceder a la prueba definitiva, la que les debía llevar al descubrimiento más importante de la humanidad, el hallazgo de la partícula de Dios. Cuando el acelerador se puso en marcha dos haces de protones chocaban entre si en sentido contrario a la velocidad de la luz, creando energía y elementos nuevos antes no observados por el hombre (ni por la mujer).
De pronto allí apareció lo que buscaban, el “Guasón de Higgs”, la partícula esencial. El comportamiento de la misma al principio fue el que habían previsto los investigadores, unos chistes de Eugenio para empezar y un pequeño monólogo arrancaron las sonrisas de la sala de control, así como un extraordinario aplauso de los periodistas congregados. Más tarde las habituales bromas telefónicas, llamadas con palabras obscenas a los teléfonos de urgencias y el paso a los chistes de gangosos de Arévalo hacían las delicias del auditórium del CERN que se revolvía en los asientos a carcajada libre. Fue quizás en ese instante cuando el mundo debía haberse dado cuenta de que algo iba mal en el experimento. “El Guasón de Higgs” lejos de mantener un comportamiento uniforme se radicalizó, siguieron surrealistas sketchs al estilo Monty Python y alocadas imitaciones de personajes famosos; una doctora en física de sistemas mojó los pantalones de su impecable traje chaqueta y tuvieron que acompañarla al baño.
Como una marea de aceite pringoso el cachondeo se extendía por el mundo, grupos de talibanes bebían cerveza y se intercambiaban revistas pornográficas en las calles de Kabul mientras reproducían la nerviosa risa del cuñao del risitas, el santo padre desde el balcón de la Basílica de San Pedro en Roma, revelaba el tercer secreto de Fátima a voces entre las carcajadas de la multitud de fieles que le escuchaban, y cientos de miles de chinos (y chinas) con la dirección del partido comunista a la cabeza bailaba la conga sobre la Gran Muralla.
En el pentágono al conocerse el dato de inteligencia que desde Rusia se habían lanzado los misiles tácticos y estratégicos resonó una gran carcajada, y en el gabinete de crisis de la Casa Blanca decenas de analistas militares se revolcaban por el suelo mientras señalaban al mapa que inexorablemente indicaba la trayectoria balística de las armas rusas. George Walker Bush con lágrimas en los ojos de tanto reírse, procedía a girar la llave del maletín nuclear liberando la orden de lanzamiento de los misiles americanos ante la hilaridad del pueblo americano, que observó su salida de los silos con muestras de júbilo y choteo generalizado.
Así con el descubrimiento del “Guasón de Higgs”, la humanidad dio por fin el paso de gigante que le ha permitió reproducir el big bang y acercarle definitivamente a Dios. |