El sueño enlutado
desgarra
las paredes membranosas.
La sangre no se aquieta,
sacude
a los testigos de papel.
El corazón
retrocede en el delirio.

Tu te desgarras
por el rostro quebrado,
en donde
numerosos agujeros
pulsan la melodía
de los vientos negros.

Tarde
para el simple y violento
calor del éxtasis.
El filoso brazo
arrasó con los órganos,
prohibió el vértigo
de las caricias
enredadas en la perfección
de los proyectos probables.

Rueda
el hastío embriagado
de lejanías
y los caballos mueren
de tristeza
antes de depositar el cuerpo
en el aposento silencioso
del adiós...