Olvídense de mí
malditos días;
olvídense de mi
existencia
mis tristezas
mi vida.
Que bien que
esta vez no ganaron,
perdieron.
Hoy, justo hoy,
en el epílogo de la tarde
ya no nacen.
Se irán por la puerta
del olvido
porque exactamente hoy
murieron.
Lárguense, good bye,
Adiós.
sodomitas traicioneros
ya no los quiero;
porque hoy,
sí, hoy,
descubrí el paladar
de lo negro
lo ardiente, el deseo.
Hoy me entregué a la noche,
a su delirio,
a su sexo delirio.
Me deje llevar,
me entregué
y me abrazo como a su amigo.
Me elevó y llevó
a otro mundo,
de placeres inconexos,
de ardiente, muy insano
loquerío,
arrabal de desquicio,
nocturno, siempre negro
amor verdadero.
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