En la casi totalidad de los países de este planeta, la exhibición de un pecho femenino está prohibida. En algunos castigada con la pena capital. En otros, con menos pena pero con aun menos gloria para quien legisla, se restringe a un castigo pecuniario la exhibición de un seno femenino. En muchos, demasiados países, no importa la circunstancia, tan solo el hecho de la exhibición.
Estas prohibiciones no son exclusivas de segundos o terceros mundos. Incluso en los países líderes en ciencia y tecnología, soportes del avance de la humanidad, el hecho de esta prohibición existe. Si bien en algunos admiten matices, normalmente relacionados con el arte.
Yo no tengo muy claro a qué mundo pertenece el país en el que vivo. Sobre todo y ante todo porque no comprendo más mundo que en el que habitamos todos los humanos, y entiendo estas divisiones como eufemismos clasistas dirigidos a actuar como analgésicos de conciencias.
El caso es que hoy, en el país en el que vivo, en el mundo en el que esté clasificado, he visto, en un lugar público, un pecho femenino, desnudo, alimentando a un bebe. La ternura de la imagen, el cariño con el que esa mujer miraba a su retoño, esa manita agarrada a ese pecho, y esa felicidad reflejada en la cara de una vida recién estrenada, hacían imposible imaginar cualquier mota, pizca, matiz, huella o sospecha de algo sucio en esa exhibición. Sin embargo, no hace mucho, en mi país de sabe Dios qué mundo, una madre y su hijo fueron expulsados de un renombrado y mundialmente reconocido museo de arte, con la justificación de que esa escena podía provocar el escándalo público. Al ver esa imagen no he podido más que pensar en el tipo de gente a la que puede escandalizar y cual pudiera ser el motivo para proteger legalmente a gente así y a su moral enfermiza.
No creo que exista mayor amor y entrega desinteresada que permitir que se alimenten de tu propio cuerpo para garantizar el progreso de una nueva vida. No imagino una definición mejor a la palabra amor. Amor absoluto, puro, sin reservas. Quizás sea esa nuestra primera percepción de tan fantástico sentimiento, el que conocemos al beber del pecho de nuestras madres.
Quizás sea por eso, que con el paso del tiempo y en plena búsqueda del amor recurramos a intentar beber del pecho de nuestra amada en busca de esa sensación de Amor absoluto. Ese que calma el alma, magnifica nuestros sentimientos y acuna nuestros sentidos. Ese que se nos dio a conocer nada más nacer.
Quizás por eso no me escandaliza esa imagen, porque quien más quien menos, buscó el amor bebiendo de un pecho de mujer.
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