=08/09/08=
“Reflexión número uno”
Anoche pasé todo el tiempo con los ojos cerrados, respirando, pensando, pensaba en si será lo correcto a hacer, me cuestionaba cada una de las posibilidades, me preguntaba si tú estarías durmiendo, abrazada por tus cobijas, refugiada en Morfeo.
Anoche no sabía qué hacer, la almohada me gritaba que te dejara, brutal y desesperadamente, el poco viento que se colaba por mi ventana, me susurraba que no lo haga, que me necesitas, las sabanas se volvían pesadas, y el veneno recorría mi cuerpo otra vez.
La luna era espectadora de tan irónica función, se burlaba, reía y yo agonizaba en una habitación vacía, creo ese era el problema, estaba vacía, ni yo me sentía en ella, en mi mente, estaba en tu cuarto, apagando la tele y observándote dormir, y una vez más, cuestionándome.
¡Maldito subconsciente! Es traidor, como ella, es frio, como esta noche, y sobre todo, es tan yo, que asusta, si tan sólo estuviera mi ángel aquí.
Que pesado es el vacio que se siente en mi estómago, hay tanto espacio en él para que las mariposas vuelen, y está tan solo, tan abandonado, tengo un corazón naufrago de las estrellas, carente de sentimientos, y por el momento embargado, qué difícil son las cosas, cuando las circunstancias son tan agobiantes.
Un poco de lluvia aviva mis sentidos, veo la calle mojada, la imagino, la huelo, quisiera estar en ella, mojándome, estallando en sensatez a cada gota recibida, quisiera no pensarte; creo que necesito dos gotas de luna, unas cuantas pastillas de arena, un bote salvavidas y decirte adiós.
Necesito otra noche, para dejar de soñarte, otra para dejar de pensarte, un mes para dejar de olerte y no sé bien cuánto para dejar de extrañarte, pero, antes que todo, necesito cinco minutos, sólo cinco minutos, para decirte cuánto te quiero, decirte adiós y que sepas, cuánto te extrañaré.
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