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Inicio / Cuenteros Locales / Tildur / Memorias de un sueño- 2- El aguila, el gato y el halcón

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Había una vez un Águila de esplendorosa gloria, que surcaba los cielos, y bajo ellos el Gato horadaba los caminos del bosque, repletos de espinos y maleza. De cuando en vez el Águila baja a los suelos y visitaba al Gato, y este no podía mas que sorprenderse y admirarse de la belleza de sus plumas color tierra, de sus dos ojos negros como abismos, en los que anidaban sonrisas sin fin.

Ocurrió un día que el Águila encontró un Halcón, un ave de brillantes plumas que había establecido su nido en lo mas alto de una montaña, una tan alta que rasgaba las nubes con su pico. Y juntos, el Águila y el Halcón volaban mas allá de los mares de algodon, hasta casi convertirse en estrellas. Y el Gato sonreía, pues siempre había sabido que las aves son animales dados al viaje, y que no se quedaría mucho tiempo sobre su bosque, aunque también se preguntaba quien lo guiaría desde las alturas cuando las nubes cubrieran su estrella.

Tal podría haber sido el final del cuento, y este habría sido un cuento feliz, pero un día el Halcón tuvo que regresar a su nido, y el Águila, queriendo seguirlo voló tan alto y tanta fuerza imprimió a sus alas que una de ellas se quebró, y el ave cayó de nuevo al bosque. Y el Halcón y el Águila se miraron a lo lejos con tristeza en los ojos, prometiéndose amor eterno.

Así la encontró el Gato, y volvió a mostrarle los alegres senderos de la tierra, los que tantas veces había recorrido, y se sentía triste por el dolor de su compañera, pero contento también de tenerla a su lado.

Pero el Águila debía partir de todas maneras, y si no podía volar, debería hacerlo a pie, por los caminos plagados de espinos y de incierto final. Y esto asustaba a ambos animales.

Entonces, un día, el Gato encontró un cuervo blanco. Estos cuervos eran en realidad extraños, y entre sus cualidades estaba la de conceder deseos a quien se los pidiese. Pero los cuervos no estaban obligados a cumplir los deseos de nadie, y siempre pedían algún sacrificio o alguna tarea complicada a cambio.

- ¡Cuervo! Te lo ruego ¡Concédeme un deseo!- Dijo el Gato
- ¿Y cual habría de ser ese deseo?
- Cura el ala del Águila para que pueda volver a volar.
- ¿Y que es lo que me ofrecerías a cambio, felino?
- A cambio... a cambio toma mi corazón y devóralo como si fuera carroña- dijo el con sus ojos firmes- y mueran con él todas mis emociones
- Ah, mi querido Gato ¿Es que no ves que no es uno si no dos los deseos que me estas pidiendo? Y no precisamente dos deseos sencillos... ¿Qué podrías tu hacer a cambio para que yo te concediese tan altos deseos?
- A cambio... ¡A cambio yo podría volar!
- ¿Volar? No me engañaras con tus trucos, felino, una cosa es saltar de rama en rama como haces tu, y otra volar como lo hacemos los hijos de los cielos
- ¡Volar! ¡He dicho volar! ¡Volar lado a lado con el Águila!


Entonces el cuervo graznó riéndose, y emprendió el vuelo dejando al gato en tierra tras él, y dijo:

- Me voy, Gato, pues aquí no hago falta
- Pero... ¿y mis deseos?
-Tus deseos, mi querido felino, son los mismos que tus sacrificios. Y esta en tus zarpas, no en mis garras, llevarlos a cabo.

Texto agregado el 08-09-2008, y leído por 157 visitantes. (1 voto)


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