Dado que no es lo mismo extrañar que perder, hay elogios que deben hacerse antes de perder y gracias a extrañar, y memorias deben guardarse de quien quiere extrañarse y no dejar perderse. Las soledades estan llenas de recuerdos y memorias, pero sobre todo de pérdidas y "extrañanzas". Acumuladas tengo algunas soledades que ya de tanto ser vecinas han empezado a acompañarse a la hora de comprar el pan y traer las naranjas del mercado. La soledad de los ojos que fueron sellados por la gravedad de la muerte, de vez en cuando sale a vitrinear mis estantes de la mano de esta otra soledad, la de esa risita chiquitica que fue guardada detras de una cortina más pesada que la de hierro. De tarde en tarde me encuentro en algún paradero de bus a aquella soledad nacida la noche en que me quedé en un parque llorando y viendo como se iba ella. Ya no aparece buscando el bus hacia su casa, sino uno de salida hacia cualquier parte donde ya no se hagan promesas y por eso le pide compañía a una tonta soledad vestida de gris que se esconde detrás de las paredes y los árboles mientras me espía y me grita que no hay ya esperanza para los sueños estrellados contra el piso... soledad mentirosa...
La amiga de mi tristeza no se queda a dormir conmigo porque prefiere salir a ahogarse con el aire de la ciudad, y se lleva consigo a la hija de la distancia, la soledad que me pone lejos de las lágrimas y el humo de mis amigos, de sus sueños y las rabias que me tienen de vez en cuando, de sus puertas chocadas y de sus teclas de piano en las que ponen a parir a mi bendita melancolia...

soledad aguda, chocante, insípida, revelada...
acompañada de idilios perdidos y miedos asesinos, se muere por no estar sola...
y mientras tanto me va matando despacito
dejándome lo necesario para verla divertirse mientras yo espero en la silla que el numerito de la caja del cielo me muestre que llegó mi turno...
que ya me puedo levantar.