Como una china en el zapato tu recuerdo acontece cada día y va calando, aun sin querer, expandiéndose a sus anchas por mi espacio.
Bajo la lluvia se siente relajado, por instantes intenta convencerme y se esconde tras cálidas nostalgias, ocultando la escarcha en sus raíces.
Absurdo preguntarle los motivos. Inútil indagar por su existencia; permanece mudo y aturdido, haciendo mero acto de presencia.
Cuando le ignoro empuja con más fuerza, me grita a la cara sinrazones, juega con lejanos sentimientos y remueve besos congelados.
Si decido dedicarle tiempo, todo le resulta insuficiente, agota casi toda mi paciencia y arrasa con toda estabilidad escupiendo culpabilidades.
Se basa en miles de momentos, se vale de trucos nada claros, aprovecha todo acontecimiento. Va y viene, se detiene, gira, se adentra, sale disparado...
Si también te sucediera todo esto, si no te dejara tranquilo mi recuerdo; dejemos que dialoguen por un tiempo, a solas que se entiendan entre ellos.
Razonar que tienen que marcharse, fundirse en cenizas e irse lejos, salir volando de nuestras cabezas. Morir en nuestra memoria y nuestros versos.
Aniquilar todo lo que les revive hasta quedar sin ningún tipo de aliento. Entender de una vez por todas que nuestra historia ya no existe, tiene un punto y final desde hace tanto tiempo que ni recordamos ya nuestras miradas. Somos ajenos, igual que dos extraños; nos somos más que indiferentes, ya ni somos.
Que me deje vivir en la ignorancia, muero de ganas de caminar sin su molestia y desde hoy quiero pasear descalza.
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