Estoy en la playa dentro del mar en la primera rompiente justo parada sobre un cardumén de tiburones. Alusinada de pavura de a lo lejos creo ver incendiarse totalmente un tren de linea completo. Falsamente persivo que mis piernas están siendo carcomidas por los escualidos,
escapo corriendo dando zancadas como una atleta olímpica salvando por milagro mi vida de casualidad.
Pero en definitivas como soy un fantasma logré airosa desaparecer dejando la costa vacia,
volviendo a quedar invisible en las garras del no tiempo dentro del cableado (tubo).
Hasta que luego de un buen tiempo de andar metida en la instalación, entré en una copa de cristal vacía, siendo una mujer diminuta.
Porque no siempre que venimos con el afan de reecarnarnos tenemos el mismo sexo,
la misma apariencia, hay veces que podemos ser machos, o animales, e inclusive plantas,
o como en esta ocación en pequeños seres humanos grandes como insectos; pero en serio, siempre sin escepción alguna, luego de pasar por la tubería podemos volver a estar aquí,
quizá se pueda opinar como estrellas fugazes en esta enorme realidad.
Cuando por fín carajo, logré salir de la copa,
puesto que, por un buen rato anduve intentando en vano dando saltos agarrar el borde del delgado cristal con las manos, para así como después lo hice, flexionando mis brazos además ayudados por las piernas, escalar para alcanzar la libertad.
Igual me hice del ambiente aumentando mi volumen hasta transformarme en un ser normal.
Allané el lugar con mi nueva personalidad, encontrandome con un principe azul,
con el que luego nos besamos sin conocernos,
pero de tanta pasión que sentí, volví a quedar viajando por el cable hacia un nuevo sitio.
Quisiera ser un hombre feliz en esta vez que entre de nuevo.
Pero mis deseos no se cumplieron, volviendo a meterme, salida del tubo otra vez en esta dimensión, como otra mujer distinta nada que ver con aquella de los tiburones, o bién la pequeña de tamaño que soportó la presión del encierro en la copa de cristal; decía, aparecí justito en el preciso momento, cuando dos jugadores de fútbol de un mismo equipo (aclaro, por sí esta vez quedo enquistada por mucho tiempo en esta Pampa,
que no es precisamente la realidad de viajar por el tubo, que este temor, de la permanencia pesigue a todos los fantasmas por igual, pués en definitivas no place horrores transitar por dentro de lo que nosotros llamamos: los hermozos cables que Dios ofrese), decía, que dos eximios jugadores de selección absurdamente chocarón además fuertemente ocasionando un gol en contra de su propia valla; poniendo a su equipo en la peor de las adversidades que existen, que es la ir prediendo en el score del tanteador. En dicha colisión, previamente se produjo una tremenda fricción, entre las rodillas de estos compañeros que dió como resultado un fuerte chispazo de carnes con huesos, intenso, donde nuevamente por esa vía regresé a esta mundial realidad tridimencional,
pero ahora siendo una hincha atrevida, que
se metió impertinente, transgresora, donde nunca nadie la convocó. Obvio, fanática de su seleccionado, que enseguida huyó corriendo a saltar el alambrado, luego perdiendose en las garras del estadio, más tarde en la misma ciudad.
Finalmente desperté viajando por el cable mirando la malla gris; y con nostalgia el pasado remoto.
Estoy sentado en un banco de plaza metido en un parque de diversiones, escucho los gritos que provienen del juego del martillo. Pienso que si ahora tuviese que solicitar socorrro por un motivo alarmante llamando a alguien nadie acudiría en mi ayuda, puesto que mis gritos se han de confundir con los propios que salen del juego del pendulo; podría alguien querer hacer un crímen, aprovechando esos alaridos en su satánico beneficio ¿Verdad?. Pediré silencio.
-¡Por favor no griten tanto! ¡Es tremendamente peligroso por lo ensordesedor! No entienden,
alguien podría querer matar a un semejante.
Pasa que tomé demasiado alcohol de tetra,
el sol me está pegando en la cabeza hirviendome el cerebro desde hace varias horas ya;
todo aquí es nuevo, por ello, solamente hay árboles pequeños recién trasplantados de las masetas.
O sea no hay sombra donde refugiarse de los fuertes rayos, por lo tanto habría que danzar como los indios para llamar las nubes.
Mi nombre completo es Augusto Rolando Gómez Pirámides. Lo digo con orgullo, vivo en las cercanías de este parque maravilloso desde el día en que nací. Complejo que pertenece al famoso Casino de Tigre y que se encuentra a orillas del río Lujan, aquel que anteriormente instalara el rey de España a fines del siglo pasado junto con el tren de la costa, pero que recientemente se expropiara por este nuevo gobierno igual que la empresa de aviones, adjudicandose una nueva concesión a otros consignatarios, que, repito, refaccionaron el lugar a nuevo, pareciera con ánimos de venganza depredando lo anterior, parquisandolo nuevamente. No obstante siento orgullo de él, y acostumbro disfrutarlo desde el mismo día de la inaguración allá cuando vino el rey Juan Carlos.
Igualmente no apuesto ni una moneda por nada del mundo. Para los señores de la vigilancia: soy un inofensivo abitué que no molesta.
Oh casualidad, mi casa linda con un Kiosco,
que con los años fue haciendose una importante proveeduría de barrio, sin ser hablitada como tal,
el dueño pone mesitas en la vereda para que la gente juege al dominó por plata, alentando el consumo del café y de los aperitivos.
Entonces imaginen, aún siendo joven estoy todo el día allí jugando cartas con afisionados, como si fuera un jubilado de setenta abriles que se dedica a la bochas; de paso lo digo, también con orgullo,
a los piés de un gran ombú que es nuestro mejor amigo del alma en común. Tanto en invierno como cuando hace mucho calor lo queremos con locura. Aquí los veranos son épocas donde lo hace bastante, puede llegar a cuarenta grados la temperatura, y esas condiciones climáticas instalarse por varios agobiantes días, después desciende pero no lo suficiente como los cuerpos desearían. El invierno resulta ser un alivio reparador para la salud en general.
Mis ojos arden de emoción cuando recuerdo todo esto además evocandolo.
Hace mucho tiempo que estoy desocupado sin encontrar empleo estable. Suerte que mi señora, por ser tan hemoza, lleva consigo un pasaje extra, que gentíl me lo endosa desinteresadamente.
De todas mados tendré que regresar aunque sea tambaleando.
Cuando estaba cruzando la calle, de la esquina de mi domicilio particular, veo un tumulto importante de gente, aunque de inmediato puede observar que se trata de vecinos que están alegres, igual me persigno, temeroso de que halla ocurrido una desgracia familiar. Pero llamativamente todos están por demás contentos, por fortuna, menos Menchu,
esa vecina comadrona que por desgracia tengo de enemiga, que me odia tanto deseandome la súbita muerte a cada instante que transcurre. Pero en su mayoría, todos alzan sus brazos hacia mí en señal de victoria, saludan con las manos, como si yo desde ahora fuera alguien muy importante.
¿Que pasó?!. Pregunto divertido, metros antes de arrivar a casa.
- Han acertado. Acertaron la lotería, el Quini seís con pozo acumulado extra, son millonarios en Euros,
tu señora Silvana compró el boleto ganador,
el entero.
Con un poco de pudor y verguenza siento que no deseo volver al cable, ya no tengo ganas de seguir viajando, quisiera quedarme en este cuerpo de Pirámide hasta morir de longevo. Veo venir a Ella, que es tan divina, y alzo mi mirada al cielo, agradeciendo estos instantes fecundos llenos de felicidad.
De pronto sentí que alguién me agarraba del traste, tironeando para atráz, haciendo de mí como un dibujo animado metido en un film con actores reales, que se entrevera con el vapor, de una cañería, con un sin fín de agujeros para el riego,
de donde sale vapor caliente, por ende entrando a la tubería por el peso específico del remanente,
del cuerpo del Augusto que en mí ya expiró, callendo en ese acostumbrado viaje por los cables, que es equivalente ir de paseo en un moderno tren Bala.
fin.
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