¿Cuál de las doce tribus de Israel cinceló esa nariz
que se abre, a empujones, un sitio entre tu rostro?

¿Oyen los nautilos laterales de tu cara
el ronco eco de los cuernos celtas?

¿Es su sonido el que te trae los vientos oceánicos desde el final de la tierra,
cuando se alborotan los rizos de tu pelo?

¿Son tus ojos negros porque guardan duelo a la leona africana,
abandonada en la tierra de las cañas y el son,
sin su hijo bastardo arrebatado?

¿Son musculosas las piernas de tu cuerpo
por hollar el fruto de las vides de Castilla,
o es que coronaron las montañas de Navarra
para poder hermanarse con los hijos de Aitor?

Los huesudos nudillos de tus manos,
vetas de mineral encartado,
enmarcan tu caleidoscópico rostro,
racial larario donde nadie te adivina.