Lucir la palidez de las mañanas
de los despiertos con olor a cama
en el tráfico de las esquinas y los buses
donde los semáforos guiñan dislocados
y no permitir
que las aves vuelen hacia el sur en el invierno
porque estamos hechos de codicia
naciéndonos en todos los terrores
ocultándonos de la luz y los escapularios negros

y si fuera una barra y un cantinero confesor de damas
quién contaría nuestra historia
de mis ojos fijados en los tuyos
de mi duda titubeante (y no dirigirme hacia tu boca)
quién contaría calles, caminos y cruceros
quién cínicamente me daría dos monedas por un texto cínico
quién putas me tira del cuello
me rompe la cara
quién cuando muera
me trae de regreso en un féretro.

(No quiero que ningún amigo cargue con mi recuerdo.)