FRAGILIDAD DE UN CAMINANTE.
(Narrativa breve) Fragmento de El impertinente solitario.
DANIEL O. JOBBEL
Es notable. Pero por más que pasen años, en mañanas como ésta, vuelve la memoria a los lugares que uno pisó. Y uno no deja de pensar en la fragilidad del ser humano y en las condiciones que lo impulsan a hacer tal o cual cosa, y distinguir con precisión lo qué está bien o que es lo malo, lo sublime del acto o lisa y llanamente lo miserable.
Anduve caminos por necesidad y antojo. Llevo barro en las suelas, raíces abrazadas a la tierra. Culturas diezmadas en mis manos por la brutalidad de un ignorante. Humilde olfato bajo la ropa de un sabueso caminante. ¡Cuántas veces te caminé Ciudad, País! ¡Cuántas!. Pueblo atado a mi cintura que voy arrastrando con piernas cansadas.
Sí alguna vez me detuviese ¿Qué haría? Insisto en que prefiero no prefigurar el futuro. Al contrario, siempre estuve interesado en reflejar el pasado. ¿Por qué? No lo sé. Pienso que la vida es como un camino que te ofrece recodos donde espiar. Siempre tengo la sensación de que voy a chocar por mirar atrás.
Más allá de esas razonables conjeturas que nos permiten organizar el día de mañana, poco o nada es lo que sabemos del futuro. Hacemos cifras, maldecimos citas, firmamos contratos, criamos hijos, contruimos y defragamos. Hasta soñamos que nuestro nombre perdure, a pesar de que unas pocas moléculas alojadas donde no deben, alcanzan para acabar al instante con nuestras previsiones.
Se interpreta entonces, dos o tres cuestiones del pasado como marcas del destino, en todo caso presente pretérito. Es una fragilidad intensa. Un estado de suspensión del tiempo y del espacio, como una meditación muy compleja y activa, en donde entra todo: oficio, ideas, sonidos, movimientos, sensaciones corporales y la razón.
Es la felicidad. Ínfima pero intensa. No hay ninguna parte de la vivencia humana que deba ser excluida de lo que llamamos felicidad, aún cuando exista dolor.
La gente mira al futuro y no tiene perspectiva del pasado. Pero, ¿es la huella que debemos pisar? ¿Quién puede predecir cuando llegará esa ola de miedo a la incertidumbre? Depende de lo que yo haga hoy será mi futuro. Uno necesita dar un paso y sentir que no se cayó para animarse a dar un paso más largo. Representan pequeños momentos qué son hitos personales.
El eje cambia como la roseta de los vientos y cuando el viento sople en la dirección correcta, no se puede explicar ni dar nada por sentado, ni uno puede pensar que te pertenece. Lo único que se puede hacer es adueñarte del modo en que vivís dentro de esa suerte que te toca.
Para futuro me gustaría pensar que podré ahondar mi comprensión de lo que significa estar vivo en este punto del tiempo, no solo para mí, sino para entenderlo y extenderlo a los demás.
Con mis zapatos descubrí el color a edad en la materia, las rajaduras en la epidermis del piso, el musgo en el vientre de cada roca, el agua en las vertientes, el sigiloso río, el silencio de los inocentes, el calvario de los hornos, el opio de una noche clara.
En un ritual de piernas, en su entrevero me mostró la vergüenza de la gente, su ajetreada sombra en las baldosas, la que dá pelea, la que se empecina a seguirme, la que se esconde detrás de la luz, la que asoma en cada esquina, la que observa, la que siente, la que ve como creo que veo, sombra ajada: silueta de mi estirpe.
Durante el andar nómade escondí en mi vieja alforja el polvo arenoso; significaban los grandes dolores y las pequeñas alegrías. Es mi orgullo: Mi caballito de batalla que me ofrece fuerzas para seguir el viaje. En mi manto acobijo los pensamientos, los sueños locos, las ideas claras y algún verso perdido que acompaña el cantar de un pedestre camino.
Recluté en mis insultos todas las palabras de un andar cansado para consumir el rezongo de una agridulce pena. Fue una ráfaga de viento la saeta de esperanza, un pocillo de café mi compañía recordando largas ausencias, el sol mi guía y la página del diario un viejo amigo.-
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