Nos conocimos una noche de lluvia, en la que la luna llena nos cedía su luz.
Paseaba por el bosque bajo la lluvia, a solas, perdida en mis pensamientos y me reconociste. Viste que era un ángel ¿cómo? Si nadie se había dado cuenta... mi cara angelical, mi dulce voz... NO, te diste cuenta por algo más profundo... viste mi esencia, que irradiaba la luz de un ángel, aunque un ángel caído, que eligió caer y buscar el paraíso en la tierra, que ocultaba sus bellas alas a los ojos del común de los mortales. Pero tú las viste ¿cómo?... no eres humano, no, sino no las verías.
Y si no eres humano ¿qué eres?...
Pronto lo descubrí: un vampiro.
¿Cómo no me dí cuenta antes? Tu bello rostro pálido, tus ojeras, el frío tacto de tu piel... tal vez no le diera importancia porque yo tengo también esa apariencia.
Tu pelo... mmm esa larga melena morena... y tu atuendo...mmmm ese largo abrigo negro de cuero... dos características que me atraen poderosamente en un hombre y TU reunías las dos: el abrigo y el PELO. Por lo que todo lo demás, estaba de más.
Me dejé atrapar en tus redes, en el embrujo de tus siempre bellas palabras... palabras que me susurrabas con tu melodiosa voz al oído, con las que conseguías lo que nadie había logrado antes... me desarmaste y caí rendida a tus pies. Sólo impuse una condición, al amanecer me marchaba. Tú no pusiste objeciones...
Todas las noches nos buscábamos en el mismo lugar y más tarde o más temprano nos hallábamos. Nos amamos con pasión y sin límites. Sin barreras... al amparo de la noche y bajo el influjo y al tenue luz de la luna.
Esperaste pacientemente a que me dejase morder... mi alma ya estaba mordida, sólo te faltaba consumarlo en mi blanco cuello...
Una noche mientras nos amábamos en tu cama, colocada sobre ti comencé a morder tu cuello pasionalmente, enloqueciste y no pudiste controlar más tus colmillos... me agarraste por las muñecas y me tumbaste sin previo aviso sobre la cama. Te lanzaste a mi cuello y tuve al sensación más placentera que jamás hube experimentado. Me retorcía entre gemidos mientras notaba como te alimentabas con la sangre que manaba de mi yugular y mi espalda se arqueaba de placer... estaba perdida, sí, condenada, también... pero era una dulce condena.
Para consumar nuestro enlace, me ofreciste tu pálida muñeca... no lo pensé, me aferré a ella y la mordí... y bebí del veneno de tu sangre. Pues prefería una no-vida junto a ti, que la no-muerte que estaba llevando hasta ese momento. |