Desde niña Alma siempre intentó valorar a la gente por lo que le decían sus "ojos", pero no los ojos que tenemos en la cara, no. Con los "ojos del alma". Ellos siempre le indicaron de quién podía fiarse y de quién no.
Los ojos del alma, nunca fallaban. Cuando conocía a alguien y ya sabía casi de antemano cómo iba a acabar esa relación. Pero a pesar de ello, intentaba darle un voto de confianza a la persona en cuestión. Pues pensaba que su intuición e incluso en ocasiones su razón podrían llevarle a veces a decisiones precipitadas. Había que darle tiempo al tiempo y esperar a ver qué pasaba.
Pasado un tiempo comprobaba que los "ojos del alma" no habían errado en absoluto, y que esa persona había jugado con sus sentimientos. Ella se había implicado y volcado altruistamente en una relación, ya fuere de amistad o de amor, y la otra parte se había aprovechado de sus sentimientos, de la energía de su alma, de su buena fe, de su predisposición a la ayuda... de tantas y tantas cosas.
Por lo general, los "ojos del alma" suelen ver lo mejor de cada persona, el fondo, su alma. Por muy mala que sea una persona, siempre tiene algo bueno que ofrecer. Por mínimo que sea.
Alma siempre creyó que todos tenemos un ángel y un demonio en el interior, y que unas veces aflora más el ángel y otras el demonio.
En algunas personas domina más el ángel y en otras el demonio, pero esto nunca es estable.
Las circunstancias de la vida pueden hacer que en ocasiones te domine más uno que otro, todo depende de tu estado de ánimo, de tus circunstancias vitales y de la gente con la que conectes en cada momento.
Alma solía sentirse más ángel que demonio, pero algunas personas con las que interactuaba sacaban su demonio interior de una manera descomunal, haciéndola parecer más mala de lo que realmente era. Como al común de los mortales, la gente que la provocaba, le sacaba ese demonio interior. Con ellos se comportaba como le dictaba el "buen hacer", no como le dictaba su bondadosa alma. Pues a pesar de ser muy empática, no todo el mundo merecía de su empatía. La gente que le hacía daño no se merecía su buena fe ni sus buenos sentimientos. Y en este caso, le daba igual que el resto de la humanidad la juzgase como "una mala persona", pues estaba haciendo lo que tenía que hacer, lo que le indicaban que se debía hacer en esos casos.
Salvo con aquella gente que la importunaba muy frecuentemente. Solía comportarse de un modo bondadoso y benevolente. Por lo que prefería pecar de "inocencia" y "creerse lo que veía a todas luces un engaño" antes de equivocarse y perder algo que verdaderamente mereciera la pena tener. Tenía la creencia de que pudiera ser que en alguna ocasión dejara pasar la oportunidad por guiarse por sus prejuicios. Por lo que aunque esto fuese mínimamente improbable... merecía la pena arriesgarse con unos cuantos.
Además en alguna ocasión, aunque "los ojos del alma" la hubiesen advertido del peligro, pensó que como bien dice Fito: "Ha sido divertido, me equivocaría otra vez... Aunque no llegase a buen puerto, al menos fue divertido mientras duró, y de todo lo que le pasó en su vida obtuvo un aprendizaje.
Porque a veces, hay que equivocarse muchas veces en la vida para aprender de los errores.
En eso consiste el Aprendizaje de la Vida. La vida nos da grandes lecciones. En tú mano está el ignorarlas o el saber aprovechar las circunstancias o experiencias vitales para crecer como persona. Para enriquecer tu alma.
Pues las "joyas del alma" son eso. La Sabiduría Vital que cada uno va acumulando en su Esencia. Sabiduría que permanece en el alma cuando ésta se separa del cuerpo tras la muerte física, y que se activa en nuestro recuerdo consciente cuando verdaderamente nos hace falta.
Dicen que los ojos son el espejo del alma. Para mí son más bien las ventanas por las que se asoma el alma para mirar la vida.
De ti depende el apartar las cortinas que te impiden o dificultan esta particular visión y MIRAR la vida con los "ojos del alma". O por el contrario, poner las cortinas más tupidas para no MIRAR lo que la vida te ofrece en forma de prueba.
Tú decides, es tu vida. Nadie, salvo tú, es dueño de decidir cómo deseas vivirla. Es cierto que en ocasiones la LIBERTAD de tu alma puede costar un alto tributo, pero merece la pena pagarlo.
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