Ayer en un mediodía gris y tan oscuro que bien podría haber sido el comienzo de una noche, decidió hacer uso de la poca inteligencia que le quedaba. Afuera llovía copiosamente creando un ambiente propicio para realizar el experimento. Desde hacía tanto tiempo se le escurría de su cerebro la idea para luego perderse entre los más vagos pensamientos. De igual manera la copiosa lluvia discurría en el vidrio de la ventana para suicidarse dando un salto al vacío, y pasar a formar parte de un charco oscuro y barroso. Era el lugar a donde la mayoría de sus ideas iban a parar desde hacía un tiempo.
Pero a veces esos arrebatos que tiene la casualidad de la existencia asarosa del ser humano, como precisamente le estaba sucediendo a Tulio, hacían que los más incrédulos dijesen que se trataba de una buena o mala racha de suerte. En este caso podría decirse que era buena, porque se dio cuenta la manera con la cual podría comprobar si lo que el suponía era cierto. Así que puso manos a la obra y aprovechando el letargo temporario de la hora del almuerzo, introdujo el material brillante por un lado y opaco del otro dentro del cubo de metal. Con poco tiempo ajustó los parámetros del equipo y lo puso en marcha. El silencio era casi audible mientras se estaba llevando a cabo el experimento, solo el monótono ruido de las gotas al estrellarse contra el suelo daba evidencia de que el sonido existía, o que todavía no se había vuelto sordo.
En fin esperó infinitamente la media hora en la cual la más regular de las formas posibles era sutilmente modificada en su superficie. Dejando la impronta inconfundible de la ciencia y tecnología que se había alcanzado hasta ese momento. Y realmente era más de la que realmente necesitaba la humanidad, pero el hombre es insaciable en ese y en muchos otros aspectos.
Concluido el experimento retiró con cuidado el delgado círculo, que ahora producía los más maravillosos colores al reflejarse la luz eléctrica. Era algo nuevo creado artificialmente por lo artificial, de algo humanamente real. En su interior estaba quizás contenido, de una manera algo misteriosa, la posibilidad de generar sensaciones, y sentimientos. Era valioso y no, al mismo tiempo el casí ingrávido material, así que lo guardó cuidadosamente. Y esperó...
Esperó, esperó; esperó.
Esperó mucho más de media hora hasta que llegó a su casa de noche también, pero ya no estaba lloviendo. Afuera se sentía como si algo hubiese cambiado, como que esta vez, si iba a funcionar. Era todo casi igual, solo había cambiado el equipo con el que realizó la experiencia. Ya había probado con otro material más caro, pero no se debía la falla a eso. Así que introdujo el Cd que había grabado al mediodía, y se detuvo un instante antes de presionar play. Pensó que quizás no funcionaría, pero decidido a afrontar lo que sucediese, se sentó y puso en funcionamiento el equipo de música. Un instante después se relajaba escuchando casi como las gotas de agua ahora inexistentes el sonido del piano, que el interprete producía de las pequeñas piezas de música de E Satie. El experimento había funcionado.
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